Desde el 29 de enero se representa Blackbird en el Teatro Lara de Madrid. Esta obra original de David Harrower llega de mano de José Manuel Mora, quién se ha encargado de la adaptación. Además, cuenta con la dirección de Fernando San Segundo y con Alba Alonso y Juanma Gómez en el reparto. La pieza aborda las consecuencias del abuso en la infancia y se adentra en la necesidad de poner remedio a la irresponsabilidad. Con gran éxito de público y crítica, se puede ver todos los domingos a las 20:15 horas en la Sala Lola Membrives en el Teatro Lara hasta el 19 de marzo.
Duración: 85 min. apróx. Dirección: Fernando San Segundo Adaptación: José Manuel Mora Dramaturgia: David Harrower
Escenografía: Javier Botella
Iluminación: Javier Botella
Fotografía: Daniel Dicenta Herrera
Diseño gráfico: Daniel Dicenta Herrera
Prensa y comunicación: MGC&Co. (Marian Gómez Campoy) Producción: Arte&Desmayo, DDHFilms y Alba Alonso
Sinopsis de 'Blackbird'
Hace quince años, cuando Una tenía doce y Ray cuarenta, un viaje fatídico, una experiencia torpe, separó sus caminos. Hoy vuelven a encontrarse, madurados y al mismo tiempo iguales, porque las heridas nunca se cerraron y basta un rasguño para infectar de nuevo.
Blackbird no trata solamente del abuso a menores y los daños, propios y colaterales, que ocasiona. Va más allá y pone el dedo en la llaga de un mal que vemos extenderse ante nosotros cada día como un virus imparable: la irresponsabilidad. (TEATRO LARA).
Dolor del trauma
Una de las obras más representativas de David Harrower es Blackbird, obra teatral que muestra las consecuencias de la relación de abuso entre un hombre y una niña. A partir de un reencuentro inesperado, el texto se sumerge en la oscuridad de remover el trauma y las heridas que emergen desde el dolor. Por tanto, la adaptación de José Manuel Mora explora una historia tremendamente dura y compleja, lo que indica un riesgo de alto nivel. Por tanto, se aplaude que haya mostrado respeto y valentía ante una problemática que exige absoluto cuidado y así se transmite en todo momento en la pieza teatral. Asimismo, se expone un retrato de una relación enfermiza, pero sin caer en el cliché o el estereotipo, sino explorando unas aristas que exigen una profundidad extensa.
Se valora positivamente que hayan logrado ofrecer sinceridad y humanidad a un relato en el que cada paso en falso podía ser un grave problema. Por lo cual, el libreto ha sabido mantener lo que encumbró la pieza original de Harrower. En este sentido, es una propuesta distinta, algo que no es habitual de ver sobre las tablas. Sin embargo, hay momentos en los que la acción se estanca, quedándose en varios momentos en los que parece que se encuentra en plena catarsis para llegar al final, pero no. Después, desahoga de forma que da un pequeño bajón. Además, se adereza con una falta de silencios, de tensión, necesitando varios respiros. En consecuencia, hay una sensación de exceso de diálogo continuado. Pese a ello, es una obra que reflexiona de una realidad dura desde una psicología trascendente y de alta calidad.
Intercambio de emociones
Alba Alonso y Juanma Gómez realizan el reto de meterse en las carnes de Una y Ray en Blackbird. En primer lugar, Alba Alonso realiza una interpretación visceral, llena de emoción y sentimiento. La gran complejidad de su personaje le permite explorar una labor dramática de alto nivel, que no solo ejecuta, sino que expone su calidad como actriz. Por lo que, transita por diferentes sentimientos y situaciones que estremecen, impactan y dejan con una sensación agobiante ante el espectador. Asimismo, lo combina con una fragilidad, que le permite potenciar su expresividad facial y corporal, hay momentos en los que es imposible apartar la mirada de su presencia escénica. Pura potencia, una actuación llena de verdad, dolor, que culmina en una crudeza sorprendente.
Junto a Alonso se encuentra Juanma Gómez, quien parte desde un trabajo artístico más calmo, menos vehemente, impetuoso, partiendo desde una tranquilidad y apatía que identifica fácilmente el carácter de su personaje. Por ende, su mayor fuerte se halla en cómo poco a poco va resquebrajándose, mostrando en su última parte la degradación de su carácter. Gracias a ello, Gómez logra explotar las pinceladas de esa transformación oscura y es una manera de potenciar su trabajo escénico. Únicamente, al tener que moverse en un plano más calmo, hay partes en las que se queda algo más rezagado y deja paso a su compañera de escena. Aun así, los dos consolidan un trabajo dramático en el que sacan pecho por el respeto y la confianza para llevar con honestidad este trabajo. Por último, Alba Bersabé cumple.
Claustrofobia emocional
La puesta en escena de Blackbird se ambienta en el comedor de una empresa, donde la basura de acumula. Por un lado, se agradece el simbolismo y el cuidado artístico que se da a la fabricación visual de la pieza. La ambientación consigue sofocar a los asistentes, llevándoles ante ese reencuentro siniestro, logrando así establecer cuál es la identidad y cómo se desea envolver artísticamente. Por otra parte, hay una elección de vestuario que encaja con los personajes, cada uno acompañado de objetos que les permite fomentar la acción y dar a los actores la posibilidad de no apoyarse solo en la palabra. El diseño de iluminación también es efectivo, ofrece momentos donde se convierte en el principal aspecto artístico y el matiz es exquisito.
También sería importante destacar escenas que están brillantemente dirigidas, como aquella donde la basura se adueña de la escena o uno de los momentos pasionales que se ve sobre las tablas. La energía y la estrategia utilizadas son un auténtico golpe en la mesa, que deja sorprendido a los espectadores y remueve la obra a su favor. Por otro lado, uno de los aspectos a mejorar se orienta hacia el ritmo de la obra, después de los dos primeros actos, la acción se mantiene en una estructura en el que necesita ir más allá de la palabra y se echan en falta más estímulos. En consecuencia, se vuelve algo más densa de lo que debiera y acaba por distraer al público de la línea creada. Aun así, el resultado en su conjunto es potente y merece la pena disfrutarse.
Conclusión
Blackbird es una propuesta valiente, arriesgada, que presenta una temática muy compleja y sabe abordarse desde una historia lleno de matices. Por tanto, el texto original de Harrower logra seguir impresionando a la audiencia. Únicamente, se echa en falta una mayor gestión de los silencios, de dar respiro a los diálogos. Después, el elenco logra una labor potente, sobre todo para Alba Alonso, quién destaca por su visceralidad en escena. Por otro lado, la puesta en escena triunfa en la crudeza, en el simbolismo de lo sucio, de lo oscuro, siendo una propuesta que logra escenas cautivadoras. El pasado se vuelve presente ante un pulso que trae un puzzle psicológico y duro que no deja indiferente.