El pasado 6 de mayo fue el estreno de Blast en el Teatro María Guerrero. Esta co-producción de Centro Dramático Nacional y Barco Pirata, cuenta con Andrea Jiménez y Noemi Rodríguez, co-fundadoras de Teatro En Vilo. Después de varios éxitos tras las espaldas, plantean un encuentro artístico en el que desean responder a la pregunta de si es posible cambiar el mundo desde un escenario. Protagonizado por un elenco formado por Julia Adun, Nadal Bin, Conchi Espejo, Iván López-Ortega, Saúl Olarte, Álex Silleras y Alejandra Valles, jóvenes pertenecientes a la generación Z. Un espectáculo que no deja indiferente y se puede disfrutar hasta el 19 de junio en el Teatro María Guerrero.
Reparto: Julia Adun
Nadal Bin
Conchi Espejo
Iván López-Ortega
Saúl Olarte
Álex Silleras
Alejandra Valles
Duración: 120 min. apróx. Dirección: Andrea Jiménez y Noemi Rodríguez Dramaturgia: Andrea Jiménez y Noemi Rodríguez Escenografía: Alessio Meloni
Iluminación: CUBE BZ (María de la Cámara y Gabriel Paré) Vestuario: Yaiza Pinillos Movimiento: Amaya Galeote Música y espacio sonoro: Fernando Epelde Ayudante de dirección: Pablo Martínez Bravo Ayte. de escenografía: Elliot Kane Cubells Ayudante de vestuario: Pilar López Jurado Realizaciones: Mambo Decorados y Sfumato Pintura y Modelado Escénico (Escenografía); Paloma de Alba, Sastrería Teatral Nieto y Cyber Goblin (Vestuario); María Calderón (Ambientación de vestuario) Diseño de cartel: Equipo SOPA Fotografía: Luz Soria Tráiler: Bárbara Sánchez Palomero Producción: Centro Dramático Nacional, Barco Pirata y Teatro En Vilo
Tráiler de 'Blast'
Sinopsis de 'Blast'
Blast es el encuentro improbable entre 7 jóvenes elegidos tras una convocatoria abierta en la que Teatro En Vilo se propuso encontrar a “artistas, activistas y visionarios menores de 26 años con la arrogancia, la esperanza y el humor suficientes como para creer que es posible cambiar el mundo desde un escenario”. De las 970 solicitudes recibidas, ellos fueron los elegidos, y ahora se enfrentan a la vertiginosa tarea de intentar generar un impacto de cambio desde el escenario de un teatro, en directo y sin guion previo.
Blast es un ensayo en movimiento, una fiesta, una tertulia, un consultorio político-emocional, un musical, un gabinete de crisis, una misa, un mitin, un manifiesto desordenado, un golpe en la mesa, un exorcismo, un canto a la divergencia, un proyectil hacia el futuro. Lo imposible hecho materia. (CENTRO DRAMÁTICO NACIONAL).
Las generaciones futuras
Andrea Jiménez y Noemi Rodríguez, Teatro en Vilo, regresan a los escenarios con Blast, obra teatral que propone la difícil tarea de cambiar el mundo desde un escenario. Durante las dos horas que dura la pieza teatral, construyen una exposición donde se muestran las principales preocupaciones de la sociedad, llevadas en algunos casos al extremo, pero con una base sólida sobre lo que está aconteciendo. De esta manera, se pone especial atención a problemáticas como el medio ambiente, el racismo, las consecuencias del capitalismo, la desigualdad económica hasta más personales como el trauma, la necesidad de ser validado y la rabia. Por lo cual, hay que aplaudir que hayan sabido transmitir de una manera verosímil y realista el sello de identidad de una generación que se ha visto abocada a resolver los errores del pasado sin tener un presente seguro.
Por este motivo, se plantea una dramaturgia que no pretende ser naif ni hacer que el espectador se crea que un futuro mejorable es posible de la noche a la mañana, sino que reflexiona para hacer al espectador plantearse cuál puede ser su granito de arena. Además, rompe con los esquemas naturales del teatro, para ofrecer distintos lenguajes escénicos que pueden mostrar la pureza de las emociones y sentimientos que se ven en escena. Con lo cual, es posible que haya quiénes les cueste sentir conexión con algunos de los personajes, sin embargo, la diversidad y la representación se hacen necesarias. Así propone algunas incógnitas que no son desveladas en el transcurso de la obra, sino que retumban días después de ver la obra. La generación Z siempre ha sido complicada de explorar, sin caer en los estereotipos, y Blast logra hacer un retrato potente.
Representación en escena
Uno de los aspectos más importantes de Blast es la apuesta por talento joven para dar vida a este grupo de intérpretes sobre la escena. En primer lugar, Julia Adun llega con una energía muy potente, una personalidad arrolladora que sabe canalizar para tener fuerza sobre el escenario. Su sola presencia hace que se disfrute de ese torrente cautivador, que le permite brillar en varios momentos. Igualmente, su mayor colofón se produce en esa escena en referencia al amor, que le da el impulso de destacar. Después, Nadal Bin explora una interpretación basada en la naturalidad y en la desnudez personal, que culmina en una de las partes más emotivas de la pieza teatral. Se capta su sensibilidad y su compromiso con la obra. Por otro lado, Conchi Espejo es un auténtico frenesí de dinamismo, comedia y extravagancia. Así ofrece una labor llena de color impactante y eficaz.
Iván López-Ortega comienza algo más frío en sus primeras escenas, sin embargo, una vez calienta sobre las tablas, se convierte en un perfecto maestro de ceremonias. Además, se ven diferentes cambios en su lenguaje corporal, que le ayudan a mostrar una metamorfosis muy interesante. Una de sus escenas más grandiosas es aquella en la que interpreta a cierta cantante canadiense. Saúl Olarte es un artista con todas las letras, aporta frescura y una personalidad única, se agradece la soltura y la cercanía que transmite en todo momento. Por otra parte, Álex Silleras despunta por una firmeza en su manera de abordar su personaje, que otorga equilibrio a la energía en conjunto con sus compañeros. De esta manera, da una fuerza distinta, que cautiva a los asistentes en todo momento. Para terminar, Alejandra Valles está excelente, una actuación perfecta que mezcla esa dejadez con la comedia involuntaria. Impoluta.
Marcianada efectiva
El primer contacto con Blast sobre el escenario es una gran pelota roja, lo que propone una primera interpretación sobre lo abstracto y artístico que va a ser la obra. Sin embargo, la puesta en escena destroza esa impresión para otorgar una ruptura de la cuarta pared desde el primer momento. Así se formula una propuesta en la que se plantea una construcción en vivo de lo que está sucediendo. Lógicamente, ahí reside su dificultad, en hacer creíble ese work in progress. Lo consiguen, al llevarlo a un nivel superior. Dicho de otra forma, quiebran estructuras para dejar salir una construcción estrafalaria, llena de contrastes y donde se navega entre la comedia, el humor ácido, el drama y hasta el suspense. El coqueteo constante con la performance hace que se pueda deambular por un simbolismo más ambiguo, pero que retrata perfectamente lo abstracto que es el significado de “cambiar”.
La construcción de la escenografía expone una producción de gran nivel, al verse una metamorfosis de gran complejidad que lleva por diferentes estadios visuales y artísticos que exigen una realización ambiciosa. También hay que distinguir la elección musical, que encaja a la perfección con la personalidad que destila la pieza teatral. Asimismo, hay una elaboración magnífica en el diseño de iluminación, que se hace más patente en la segunda parte. A pesar de todo ese conglomerado fantástico, se deja espacio para mostrar efectos más artesanos, como un ventilador, una batería, que retienen una característica más auténtico. La interacción con el público es perfecta, sobre todo si se deja llevar por el ambiente. Únicamente, los momentos musicales de la última parte pueden extenderse en el tiempo demasiado y menguar el efecto que logran previo a esa consecución sonora.
Conclusión
Blast apuesta por una reflexión sobre cambiar el mundo, señalando aquello que hay que mejorar. Así explora una sociedad contradictoria, a la par que optimista pero sin perder la acidez mostrando la herencia de los errores del pasado. Por lo cual, la dramaturgia goza de un efecto introspectivo muy interesante, que utiliza lo extravagante como principal arma. Asimismo, su elenco actoral realiza una labor exquisita, logrando transmitir el abstracto pensamiento de “cambiar del mundo” a todos los asistentes y establecer una conexión especial con ellos.
También hay que aplaudir la puesta en escena, que muestra una producción ambiciosa y mantiene esa unión entre la performance y lo teatral, sazonado con una explosión lumínica y musical. Únicamente, hay partes que podrían condensarse más en el tiempo. El cambio emerge en el espacio dramático a través de un acertijo social que sorprende, impacta y deja una sensación sanadora y dinámica en el espectador.