Maggie Peren vuelve a las salas de cine con Boda sin fin, la que supone su tercera película como directora. Además, consolida su trayectoria como guionista, al haber trabajado en más de 20 proyectos audiovisuales. En esta ocasión, apuesta nuevamente por la comedia, con una historia que se posiciona entre "Atrapado en el tiempo" y "La boda de mi mejor amigo". Llega a la gran pantalla española de mano de Alfa Pictures, desde el 7 de mayo de 2021.
Boda sin finnos presenta a Zazie, que vive con el mujeriego Patrick y su fiel y dulce amigo Anton en un piso compartido. Los tres son completamente incapaces de tener una relación. ¿Cómo encontrar el amor verdadero?
Cuando Philipp, el mejor amigo de Zazie desde la infancia, le envía una invitación a su boda, se queda atascada en el buzón durante meses.
Cuando Zazie finalmente recibe la invitación, se sorprende al descubrir que la boda de Philipp está planeada para el día siguiente y que quiere casarse con la engreída y viciosa Franziska. ¡Pero Franziska es definitivamente la chica equivocada para Philipp!
Así que Zazie decide hacer todo lo posible para salvarle antes que cometa el mayor error de su vida. (MADAVENUE).
Maggie Peren vuelve a la comedia con Boda sin fin, una película que muestra la dificultad de sentir y abrirse hacia los demás. Desde el principio, se puede ver un aroma fresco, donde se expone a una generación marcada por la liberación y la ruptura del idealismo amoroso de antaño. Por lo cual, se exploran las consecuencias de unos jóvenes que heredaron el concepto de divorcio en un momento social todavía no tan normalizado como en la actualidad. Gracias a ello, se comprueba que no es una comedia alocada y ligera sin más, sino que tiene un trasfondo interesante en el que no juzga a sus personajes, sino que busca comprender sus motivaciones. Asimismo, se coloca el foco en sus miedos, a través de un mensaje que, aunque caiga en el cliché romántico, deja un buen sabor de boca.
Por otra parte, la estructura temporal recuerda a otros films que han utilizado este recurso, que suele dar juego al ofrecer distintas posibilidades de los hechos narrados. En esta ocasión, la cinta logra no caer en lo reiterativo en la mayor parte del largometraje, aunque en el camino al desenlace pierde algo más de fluidez que en el resto del film. También hay que mencionar que es un acierto descentralizar lo esperado, para ir hacia una dirección más original. No obstante, ese giro de guion no llega de una manera totalmente orgánica, aunque, paradójicamente, es la guinda del pastel y el espectador sucumbe a él. Por tanto, la historia va más allá del humor fácil; tiene la dosis justa de melodrama y momentos en los que el público cae rendido a sus encantos.
En el interior
Una de las principales atracciones de Boda sin fin es la interpretación de Alicia von Rittberg, que da vida a Zazie, la principal protagonista. En primer lugar, desde el comienzo se intuye el carácter rebelde por el que apuesta su personaje, con lo que la actriz lo aborda desde esa obstinación soberbia, pero sin abusar de ella. Por lo cual, von Rittberg sabe controlar el ritmo y la energía para realizar una metamorfosis más interesante a lo largo del film. No es difícil conectar con ella, por lo que su lenguaje corporal se ajusta a la imagen que se busca con su particular Zazie. Únicamente, podría dar todavía más locura en algunas escenas. Después, su némesis, Emilia Schüle, brilla con esa hipocresía histriónica de Franziska, unida a unos tintes más dramáticos, que le dejan lucirse más.
Por otra parte, Edin Hasanovic se catapulta como uno de los principales protagonistas del largometraje. Durante la segunda mitad de la misma, se observa una mayor atención en su trabajo interpretativo al ganar más peso su personaje sobre la acción. A diferencia de otros papeles, apuesta por una templanza dulce y entrañable. Además, lo adereza con una naturalidad conveniente, lo que obtiene un resultado muy agradable a la vista del espectador. Lo mismo ocurre con Samuel Schneider, aunque con una estrategia más desenfadada y pícara, pero sin perder ese aroma de cercanía y cotidianidad que otorga a su personaje. Por último, mencionar a Tim Oliver Schultz, el cual podría haber aprovechado todavía más su personaje, ya que se mantiene algo estático en todo el largometraje. En consecuencia, se ve opacado por la presencia del resto de actores en escena.
Una vez más
No es de extrañar que, al apostar por una estructura concreta en Boda sin fin, el montaje deba buscar la forma en el que mantenga un ritmo lo suficiente dinámico para no perder la atención del espectador. Sin duda, lo consigue, lo que indica el buen hacer del conglomerado cinematográfico que se halla en él. De igual manera, destaca el aspecto onírico y artístico, que capitanea el estilo de la película, por lo que influye en la mayor parte de recursos estéticos que se observan en el film. Esa mezcla entre realidad, sueños y locura hacen que llame la atención y se cree una identidad interesante sobre toda la cinta. Podría haberse dado todavía más explosión energética, pero, a pesar de ello, sigue siendo una propuesta liviana y ágil, con una buena ejecución técnica.
Por otro lado, la dirección artística comienza con un estilo personal, tenue y que recuerda a otros films de una índole parecida como “Quiéreme si te atreves”. Pero, el conflicto surge en la normalización de estos elementos más particulares, convirtiendo los espacios en algo más común y sin destacar realmente. Por ende, ese aroma más cautivador, acaba por sucumbir a lo frecuente y no se ve como algo más extraordinario. No ocurre de la misma manera con la dirección de fotografía, que enmarca los espacios en una coherencia visual plausible. Es cierto que no se observa una realización rompedora e innovadora, pero sabe mantener la mirada del espectador en el lugar que desea. Para terminar, la banda sonora es un gran acierto en muchas partes, pero en otras agota su presencia en pantalla y desentona al excederse en su duración en pantalla.
Conclusión
Boda sin fin es una comedia romántica fresca y que habla de una generación marcada por la decepción sentimental. Por lo cual, no se queda en un humor fácil, sino que deja salir pinceladas de una realidad social que habla desde la propia emoción. Asimismo, dibuja una historia con unos giros de guion eficaces, aunque no tan fluidos como debieran ser. Por otra parte, el elenco actoral logra una sintonía cercana y una cotidianidad plausible. Con respecto al apartado artístico y técnico, hay una nube onírica muy bien utilizada, pero no logra dar mayor consistencia a su sello de identidad. Una experiencia agradable y una grata sorpresa, en la que se deja clara que para resolver lo que pasa con el exterior hay que empezar por el interior.