El pasado 17 de octubre se estrenó en el Teatro MarquinaConejo blanco, conejo rojo, obra teatral de Nassim Soleimanpour, quién comparte la dramaturgia con Daniel Brooks y Ross Manson. Una de las características de este espectáculo es que una actriz o un actor distinto en cada función debe enfrentarse a un texto sin conocerlo y sin hacer ensayos previos. El 17 de octubre fue Ana Milán quién se subió a las tablas, mientras que Anabel Alonso hizo lo propicio el 24 de octubre. En las próximas funciones estarán figuras como Pepe Viyuela, Secun de la Rosa, Brays Efe, Mario Gas o Jaime Lorente, entre otros.
Título: Conejo blanco, conejo rojo Título original: White Rabbit, Red Rabbit
Reparto: Anabel Alonso
Duración: 90 min. apróx. Dirección: José Manuel López Velarde Dramaturgia: Nassim Soleimanpour, Daniel Brooks y Ross Manson Productor General: Oscar Carnicero
Enlace Cultural Internacional: Shoshana Polanco
Comunicación: Norma López
Administración: Fredi Verdugo
Marketing & Social Media: Krishna Castellanos, Berenice Ríos, Asael Gutiérrez, Fernanda Barrios y Miguel Nuño
Jefa de Prensa: Maria Diaz
Produccion ejecutiva: Georgina Rey Producción: La Teatrería Producciones
Sinopsis de 'Conejo blanco, conejo rojo'
Llega a Madrid el espectáculo que ha triunfado en las capitales teatrales más importantes del mundo: Conejo blanco, conejo rojo (“White Rabbit, Red Rabbit”), del dramaturgo iraní Nassim Soleimanpour. En México, por ejemplo, se ha convertido en un auténtico fenómeno que ya va por su sexto año ininterrumpido en cartelera.
Se trata de un audaz experimento teatral que nos recuerda el poder transgresor y transformador del teatro. El autor ha encontrado la manera de que su voz saliera de su país a pesar de que él no podía hacerlo: su negativa a hacer el servicio militar obligatorio en su país le supuso un arresto domiciliario que le permitió crear esta nueva forma de dramaturgia, en la que un actor/actriz diferente cada noche canaliza la voz del autor en una experiencia única para todos los que forman parte de ella.
Hoy, tras la pandemia, este testimonio de libertad y pertenencia cobra mayor fuerza y se convierte en un poderoso texto que nos “toca” a todos. (TEATRO MARQUINA).
Un secreto colectivo
El concepto del teatro es tan amplio como la creatividad de las mentes detrás de ello, ofreciendo distintos estilos que logran que el público se interese por expandirse por los diferentes formatos que se ofrecen. Este 2022 llega el experimento de Conejo blanco, conejo rojo a España, por primera vez, a manos de José Manuel López Velarde y Georgina Rey. La dramaturgia original corre a cargo de Nassim Soleimanpour, quién mediante este texto logra viajar alrededor del mundo. Para comenzar, hay que aplaudir que se fomente la sorpresa, el secreto, la búsqueda de no saberse qué se va a encontrar uno. Gracias a ello, el público se mantiene atento ante lo que sucede en escena. En esta ocasión, puede que haya partes del relato que no se sustente con una solidez bien definida, pero cumplen con su cometido y hacen que los asistentes estén totalmente dentro.
Dentro de esa comedia buscada, esa manera de explorar situaciones rocambolescas y alocadas, se halla un mensaje muy potente, que narra una reflexión que puede abrir a un debate de una profundidad pertinente. Por ende, no es una función al uso, no desea solo que los espectadores salgan del espacio con una sonrisa, sino que hay un aprendizaje que muestra cómo hasta el propio formato es parte de esta exposición de hechos, pensamientos e, incluso, filosofía de vida. Además, no cabe duda de que se ha formulado el texto para que sea el propio intérprete el que saque partido de ello, por lo que permite que la persona que deba leerlo pueda hacerlo suyo. De esta manera, las flaquezas que se hallan en la historia principal, se equilibran con la magia del directo.
Quién acepta el reto
En la función del 24 de octubre de Conejo blanco, conejo rojo fue Anabel Alonso la elegida para dar vida al famoso texto de Nassim Soleimanpour. Bajo la premisa de no haberse leído el texto e introducirse por primera vez en esta aventura, la actriz va descubriendo hacia dónde avanza junto a los espectadores. Hay que destacar el gran talento de Alonso como maestra de ceremonias, no solo por la fascinante calidad que tiene como humorista, sino también por la espontaneidad y la cercanía con la que invade el escenario. Sin duda, una de las mejores partes de la pieza fue el poder ver a Alonso en acción, por lo que no se puede negar que su labor es uno de los aspectos que más elevan la pieza teatral en su conjunto.
Después, la intención no es poner en práctica su extensa trayectoria como actriz y dramatizar el texto en vivo, sino que ejerce de conductora y tiene una función de contadora de historias. Sin embargo, durante su actuación, consiguió despertar la carcajada en varias ocasiones, uniendo a los espectadores en una sinergia hacia ella muy positiva. Con lo cual, estaba en su salsa, podía disfrutar al máximo de lo que estaba sucediendo. Esa química que se propuso con los asistentes es una de las claves para que esta función fuera un éxito, ya que de no producirse, sería muy difícil levantar el vuelo. También se valora muy positivamente que se meta de lleno, que juegue sobre el espacio escénico, que lo aproveche todo y vaya hasta el final. Una elección muy acertada, está espléndida.
La composición a distancia
La primera indicación por parte de Georgina Rey, como introducción a Conejo blanco, conejo rojo, es mantener en secreto los detalles más exactos de la propuesta escénica. Por lo tanto, no sería conveniente desvelar cuál es la puesta en escena escogida para este montaje. A pesar de ello, se puede analizar y se puede decir que hay un minimalismo muy bien seleccionado, dado que la atención se lleva a la acción única de la intérprete. Por lo tanto, no se precisa de florituras, dado que en este contexto podrían quedar en un plano excesivamente secundario y no se sacaría todo el partido que necesitara. Además, todos los objetos que forman parte del atrezzo tienen un sentido y eso le da más relevancia. A nivel técnico, no hay un gran despliegue estéticamente, que, aunque no afecta en exceso, sí que se podría dar algo más de personalidad visual a la obra.
El ritmo de la pieza lo marca el invitado o invitada de esa noche, es decir, el actor o actriz que pone voz y vida al relato. En esta ocasión, se produjo de una forma totalmente dinámica, donde se dio paso a momentos de auténtico frenesí hilarante. Además, se contagió esa comodidad a todo el patio de butacas, mostrando la importancia de no perder el hilo y que no se ralentice la acción. Después, la participación del público permite que haya momentos que si se pensaran o se preparasen no saldrían de esa forma. Por ejemplo, con cierta parte con una zanahoria, sorprende cómo el patio de butacas puede ser fuente propia de creación. Por último, el final deja una incógnita que, pese a su intención de generar intriga, se sabe perfectamente lo que va a suceder. En este sentido, podría buscarse un cierre más sorprendente.
Conclusión
Conejo blanco, conejo rojo es una propuesta fresca, que parte de una premisa interesante que llama la atención de los espectadores. Su texto, aunque falto en alguna ocasión de mayor contundencia, expone un mensaje fundamental. Sin embargo, su mayor baza se halla en el intérprete que se escoge para realizar el papel de maestro de ceremonias en cada velada teatral. En la función del 24 de octubre, fue Anabel Alonso, la cual triunfó y deleitó a todos los asistentes. Fue una absoluta maravilla. Por otro lado, la propuesta escénica es ágil, aunque es el actor o actriz quién marca el ritmo, por lo que el vivo y el directo tienen una importancia de alto nivel en este montaje. La intriga hecha comedia, donde destaca la cercanía, la familiaridad y la conexión entre artista y público.
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