El barberillo de Lavapiés, escrita hace dos siglos por Barbieri, de la mano de Mariano José de Larra; vuelve al Teatro de la Zarzuela 148 años desde su primer estreno. La obra lírica debutó el 19 de diciembre de 1874 sobre este mismo escenario madrileño.
Esta adaptación de Alfredo Sanzol del libreto de Larra, combina el lirismo de Barbieri, interpretado por la Orquesta de la Comunidad de Madrid, con una crítica político-social que, pese al paso del tiempo, no ha perdido vigencia.
Título: El barberillo de Lavapiés Título original: El barberillo de Lavapiés
Reparto: Borja Quiza
David Oller
Cristina Faus
Carol García
María Miró
Cristina Toledo
Javier Tomé
Francisco Corujo
Gerardo Bullón
Abel García
Carmen Paula Romero
Ricardo Rubio
Felipe Nieto
Víctor Sainz
Gonzalo Simón
Joaquín Abella
Paloma Córdoba
Mar Roldán
Teresa Garzón
Daniel Fernández
Alejandro Lara
Duración: 115 min. apróx. Dirección musical: José Miguel Pérez-Sierra Dirección de escena: Alfredo Sanzol Escenografía y vestuario: Alejandro Andújar
Iluminación: Pedro Yagüe Coreografía: Antonio Ruz Ayudante de dirección de escena: Beatriz Jaén Ayte. de iluminación: Alfonso Malanda Ayudante de coreografía: Begoña Quiñones Coordinación de vestuario: Rosa Engel, Isabel Cámara Maestros repetidores: Lilliam Castillo, Ramón Grau Bailarines: José Alarcón, Miguel Ballabriga, Ángela Chavero, Carmen Fumero, Verónica Garzón, Marcos Martincano, Mario Olave, Melania Olcina, Álvaro Olmedo, Begoña Quiñones Orquesta: Orquesta de la Comunidad de Madrid (Titular del Teatro de la Zarzuela) Coro: Coro Titular del Teatro de la Zarzuela con la dirección de Antonio Fauró Realización de la escenografía: Madeplus Europa, SL Realización del vestuario: Maribel Rodríguez, SL Sobretitulado: Noni Gilbert (traducciones), Antonio León (edición y sincronización), Víctor Pagán (coordinación) Producción: Teatro de la Zarzuela
Tráiler de 'El barberillo de Lavapiés'
Sinopsis de 'El barberillo de Lavapiés'
El barberillo de Lavapiés vuelve a la Casa de la Zarzuela, una de las obras más divertidas y alegres del repertorio lírico. Se ha mantenido en escena hasta nuestros días como un emblema de la lírica española. Precisamente el catedrático Emilio Casares nos recuerda que «hablar de El barberillo es hacerlo de una obra cumbre de nuestra historia musical, paradigma de lo que se ha considerado teatro lírico hispano y madrileñismo». (TEATRO DE LA ZARZUELA).
Contexto del Barberillo
Sanzol hace énfasis en que “el tono cómico y de aventuras de la función es lo que hemos potenciado sin olvidar nunca que ambas cosas van unidas a la búsqueda de la belleza”. Apuntaba también que en todos sus trabajos busca la idea de que “la profundidad de la vida y sus difíciles conflictos necesitan de la visión de la comedia para encontrar soluciones liberadoras”. Y es que melodía y diálogo se funden en una sola conversación -la zarzuelesca- para entretener y aleccionar a los que admiran desde el patio de butacas.
Escenografía, vestuario y decorados
El telón se abría ante un escenario sobrio y que daban manga ancha al aspecto de sus localizaciones. Unas paredes correderas, del más opaco de los colores, fueron lo suficientemente expresivas para recrear las calles de la villa y capital. La plaza de Lavapiés y El Pardo perdían sus balcones y sus calles, para quedar sometidas al libre criterio del espectador.
No todo iba a ser sobriedad en una obra tan popular como El barberillo de Lavapiés. Los ropajes revestían el escenario a los intérpretes de alegría y simpatía. Cada cúal más elegante, cada cuál más chillón que el anterior. Ese popurrí de amarillos, rojos, verdes y azules edulcoraba la seriedad que, por otro lado, nos había presentado el no-decorado.
Elementos de atrezzo tampoco pudieron faltar, unos abanicos blancos que víctimas de un juego de muñeca de las intérpretes acabaron transformados en las más urbanitas de las aves: en palomas blancas.
Crítica socio-política
En el siglo XVIII cuando Barbieri estrenaba su obra, Carlos III era ese representante del fraude político. Un déspota ilustrado ante un creciente descontento popular. Sus majos y sus majas, habitantes de los barrios madrileños más humildes, comentaban de igual manera que comentan hoy los viandantes del territorio nacional, la poca utilidad del sistema político del que formaban parte.
Queda en evidencia cómo siguen siendo los mismos temas los que, una y otra vez, nos han sorprendido y divertido a lo largo de tres siglos distintos en los que Lamparilla y Paloma han correteado por la escena, mostrándonos cómo somos y cómo nos vemos.
Un bis y dos besos
El estreno se coronó con un bis del dueto de los protagonistas. Nuestro barberillo, Lamparilla, y su amada, Paloma, se besaban por segunda vez en respuesta la efusividad del patio de butacas. Un fenómeno que no se repetía desde su estreno pre-pandémico, el 23 de abril de 2019: un bis. Es decir, la repetición de un fragmento o parte de él, en respuesta a la intensidad de los aplausos y ovaciones del público. En muy pocas ocasiones la Zarzuela ha llegado a acoger este tipo de suceso.
Conclusión
El barberillo de Lavapiés es un gran clásico del teatro lírico español. Una obra que baña el escenario de siglos muertos y gargantas portentosas. La voz “cantante” de sendos actos es nuestro Lamparilla, interpretado por Borja Quiza. Un barítono muy bien dotado; quien, junto con la gran mezzosoprano que pone voz a Paloma, Cristina Faus, dejan caer el techo del teatro con más tradición de la villa.
El barberillo de Lavapiéses una obra coral, y pese a que los enamorados supongan el conductor de las tres horas de duración, nada tendría el mismo valor sin los que son testigos de dichas miradas enamoradizas. La tarea pulcra y perfectamente pulida de coordinación a la que se someten -y en la que exceden- la coralidad interpretativa de sus actores, actrices y músicos; excede cualquier expectativa.
Un ritmo muy bien marcado, de la mano -y batuta- del excelente José Miguel Pérez-Sierra. Él dirige a la Orquesta de la Comunidad de Madrid a lo largo del viaje que supone esta historia pasada. Un barrio humilde, de barbas mal cortadas, bajo el control de una corte y villa de mala fama, resucitan este oficio ya perdido dando la oportunidad de revivir una historia ya pasada; pero que no dejará de ser cantada mientras este país tenga gargantas que la sepan afinar.
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