"El enjambre": El picotazo de la verdad

El enjambre nos presenta a un grupo de amigas de la infancia que acude a una casa rural para celebrar la despedida de soltera de una de ellas. Pero los años no pasan en balde y aunque sientan un vínculo muy fuerte entre ellas, nada es lo que era; o si…

Lo que a priori iba a ser un fin de semana a lo loco, enloquecerá un poco más si cabe; trapos sucios, cosas que nunca se dijeron, confesiones, alcohol, droga y un enjambre. Se dice que en el reino animal las abejas son los seres que mejor se comunican. Y al parecer se comunican bailando… (VAIVÉN TEATRO). 

El elixir de la sinceridad

Uno de los fenómenos teatrales de los últimos años es El enjambre, escrito por Kepa Errasti. Esta historia presenta a un grupo de amigas, que se reúne tras un tiempo sin verse para celebrar la despedida de soltera de una de ellas. Sin embargo, lo que comienza como un amable retorno a los orígenes, pronto se convierte en una disparatada jungla de reproches, peleas y verdades. Sin embargo, Errasti no se queda en la pura anécdota, sino que trae un relato que se encuentra en continuo movimiento. Así sorprende en cada parte, lo que permite que no se estanque y ofrezca frescura de principio a fin. Además, las risas no solo están aseguradas, sino que hay varios puntos en donde es imposible aguantar las carcajadas entre el público. Una dramaturgia que rezuma talento y muestra lo eficaz que puede ser una comedia muy bien hecha.

También hay que valorar el tratamiento en cada uno de los personajes, dado que no transfiere estereotipos y los exprime para no traer lo mismo de siempre. Por lo que, se refleja en cada una de las protagonistas una personalidad extrema, que se adereza con la cotidianidad y la naturalidad, lo que eleva todavía más el resultado narrativo. Asimismo, las problemáticas que se van planteando mantienen una coherencia, que permite ir navegando por los conflictos de una manera totalmente orgánica. También hay que valorar que ofrece un mensaje donde los lazos de la amistad toman importancia, sin buscar lo edulcorado y naif. Por otro lado, se ven aquellas reivindicaciones feministas que se hacen necesarias, pero no las colocan forzadamente, lo que permite tener mayor efecto entre los asistentes. Tiene todos los ingredientes para ser un éxito, una maravilla de función.

Amigas para ¿siempre?

Para comenzar, hay que aplaudir hasta la saciedad la gran labor de todo el elenco de El enjambre. En conjunto, las seis actrices se dejan la piel sobre el escenario, al mismo tiempo que ofrecen una catarsis de pura comedia física, expresividad al máximo nivel, movimiento y personalidad. Uno de los mejores elencos corales de este año. Después de un análisis global, se procede a una crítica más personalizada en cada una de ellas. En primer lugar, Aitziber Garmendia comienza con una luz muy angelical, inocente, que transmite ese primer contacto más relajado. No obstante, su transformación es brutal, un uso de la expresividad llevada al extremo, que le sirve para culminar su trabajo interpretativo. Luego, Naiara Arnedo transmite ese pasotismo con vehemencia, lo que indica una personalidad arrolladora, dado que su interpretación lleva impregnada una fuerza exquisita. Se mimetiza con su personaje de principio a fin, excelente.

Sara Cozar sorprende por el gran apoyo que da a sus compañeras, pero también sabe lucirse en las escenas en las que adquiere más peso. Ese nerviosismo que se extrae de su personaje, se vive sin problemas en sus carnes, explorando una vertiente más cotidiana sin perder la locura que se confecciona en escena. Después, Vito Rogado se mueve en ese acongoje que transmite mediante su energía y su manera de moverse sobre las tablas. También se acompaña de una buena entonación vocal, dando conexión y estabilidad a su papel. Por su parte, Leire Ruiz deja salir una esencia más positiva, con esos dejes argentinos que los formula sin parecer fingido. Estupenda. Para terminar, Getari Etxegarai es un auténtico frenesí dramático, una actuación impoluta, que certifica su talento como actriz. Ver a las seis sobre el escenario es un auténtico placer.

El difícil arte de hacer reír

La puesta en escena de El enjambre presenta el salón de una casa rural, con cocina incluida. De esta manera, compone la acción, sobre todo, en este espacio principal, permitiendo que los fuera de escena se produzcan en otras estancias de la casa. Gracias a ello, el juego de los secretos y de las revelaciones toma todavía más comedia cuando se van descubriendo en la interrelación entre lo que sucede en el escenario y lo que no. Por lo cual, hay una estructura muy bien planteada. Después, hay que aplaudir la excelente dirección de Mireia Gabilondo, ¡cómo se mueven las actrices por el escenario! Además, se une una buena utilización del atrezzo, dando escenas que son todo un remolino de energía. Desde los cuchillos hasta el biberón sin dejar pasar por alto el famoso enjambre que da título a la obra.

La selección musical navega por algunos de los temas más conocidos de la cultura popular, haciendo especial hincapié en “Grease”. Aun así, hay más canciones, que encajan a la perfección con cada momento en el que aparecen. Después, el diseño de vestuario y los efectos, como la sangre, no solo cumplen con su función, sino que destacan en el montaje y son una parte visual muy efectiva. El ritmo es vertiginoso, es un no parar perpetuo muy bien manejado, permitiendo que el espectador disfrute al máximo y se quede con una sensación sanadora que solo lo logran las comedias de este tipo. Se respira un ambiente inmejorable en el patio de butacas, lo que expone la gran gestión a nivel técnico al transmitirse esa percepción sobre los asistentes. Una obra que no necesita de artificios para triunfar completamente.

Conclusión

El enjambre es una comedia fascinante, un auténtico frenesí de carcajadas que expone la gran calidad de este montaje. La dramaturgia goza de un dinamismo y una frescura increíbles, que se aderezan con humanidad, verosimilitud y ese lazo fraternal que embadurna el transcurso de la obra. Asimismo, el elenco de actrices realiza una labor brillante, no hay nada que objetar, están perfectas, exprimen el humor y lo grotesco al máximo nivel. Para terminar, cierran con una puesta en escena en continuo movimiento, donde se incluye esa familiaridad y cercanía, así como un cuidado por el apartado visual y musical. Especial mención a Mireia Gabilondo por su excelente dirección. Impoluta, desternillante y liberadora, una muestra del gran nivel que tiene el género humorístico y la maravilla que es vivirlo.

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