Juan Carlos Rubio y Chevi Muraday se unen para crear El perdón, obra teatral que narra el significado de la palabra que da nombre a la obra. Protagonizada por Juana Acosta, junto al propio Muraday. El estreno fue el pasado 12 de enero en el Teatro Bellas Artes, manteniéndose en cartel hasta el 23 de enero. Así, se ha convertido en uno de los estrenos más esperados de principios del 2022 en el panorama teatral madrileño. Se puede disfrutar de miércoles a viernes a las 20 horas, los sábados y domingos a las 19 horas.
Duración: 70 min. apróx. Dirección: Chevi Muraday Dramaturgia: Juan Carlos Rubio Coreografía: Chevi Muraday
Dirección de escena: David Picazo y Chevi Muraday
Ayudante de dirección y repetidora: Paloma Sáinz-Aja
Dirección musical y música original: Mariano Marín
Diseño de iluminación: Nicolás Fischtel (AAI)
Espacio escénico: Chevi Muraday
Vestuario: Losdedae
Fotografías: Félix Valiente
Dirección de producción: Gachi Pisani- GP Management y Distribución de Espectáculos S.L. Distribución: Pentación Espectáculos
Producción: LosDeDae
Tráiler de 'El perdón'
Sinopsis de 'El perdón'
El perdón nos lleva a un sabio que dijo que el rencor es un veneno que tomamos para matar a otro, una paradoja absurda e incuestionable. Todo lo contrario es el perdón, ese acto difícil pero absolutamente necesario. A lo largo de mi vida he tomado muchas veces la decisión de perdonar, al igual que en otras ocasiones, no he sido capaz de desembarazarme de las ataduras del rencor. Por esa dualidad sigo caminando e imagino que lo seguiré haciendo el resto de mi vida.
Sin embargo, el mágico encuentro con Juana Acosta (por primera vez, al menos en teatro) y Chevi Muraday (una vez más, dentro de una colaboración que espero que nunca cese) me lleva a replantearme mis propios límites, como persona y dramaturgo (¿acaso se pueden separar ambas circunstancias?) ya que ambos artistas me regalan un universo complejo respecto a este tema y me arrojan, por tanto, a un territorio fértil y poderoso.
¿Hasta dónde es capaz de llegar el perdón? ¿Es una decisión irrevocable o requiere de un continuo examen de conciencia? ¿Perdonamos con nuestra mente o con nuestro corazón? ¿Es la justicia lo opuesto al perdón, ya que, como aseguraba Séneca, el perdón es la remisión del castigo debido y por lo tanto no hay que hablar de ello sino de clemencia? Nuestra labor con este apasionante espectáculo quizá no sea la de dar respuesta a estas preguntas, pero sin duda el reto es encontrar la manera de formularlas con el cuerpo y la palabra, la luz y la sombra, la música y el silencio, la emoción y la razón y que taladren la conciencia de los espectadores. Les pedimos “perdón”, de antemano, por el atrevimiento. (TEATRO BELLAS ARTES).
Las lágrimas de antes
Juana Acosta desnuda uno de los episodios más complicados de su vida personal en El perdón, a través de una propuesta que muestra esa dualidad luminosa y oscura. Juan Carlos Rubio ha sido el encargado de poner palabras a esta historia, donde se mueve en el recuerdo manchado y la memoria selectiva ante el trauma. En primer lugar, hay que aplaudir la sensibilidad y la musicalidad de un texto profundo, que deja un poso de reflexión en el espectador. Por tanto, es fascinante ver cómo el dolor de Acosta y ese camino hacia el perdón se tercian en palabras emocionales y llenas de sentimiento. Gracias a ello, el texto goza de una calidad impecable, demostrando la gran capacidad creativa y humana del dramaturgo. Incluso, se podría decir, sin problema, que dan ganas de seguir escuchando las elegantes palabras del autor.
No es tarea fácil llevar esa memoria personal a un lenguaje universal, dado que seleccionar y buscar los términos adecuados a un sentimiento tan abstracto es un reto de alto nivel. Sin embargo, Rubio lo alcanza y lo vence, dado que se comprende y se siente toda esa vorágine visceral que acompaña a la propia violencia del acto. Después, la obra no se mueve únicamente por la palabra, sino por el simbolismo que va tomando cada parte. Analizadas de forma independiente, ese manejo de la expresividad no verbal ayuda a sumergir al espectador en esa nube sensitiva. Con lo cual, los asistentes no quedan impasibles a lo que se ve sobre el escenario, sino que acompañan tanto a Juana Acosta como a Chevi Muraday en este viaje. Por último, recalcar la valentía de afrontar y definir, artísticamente, la violencia, el rencor y transformarlo en perdón.
La rabia de después
Juana Acosta es una de las actrices mejor valoradas en el panorama cultural español, siendo reconocido por multitud trabajos tanto en cine como en televisión. Una de las razones por las que El perdón se convierte en una propuesta atractiva, es ver a la actriz introducirse en sus propias vivencias, pero desde una perspectiva sanadora. Aun así, Acosta no evade la dificultad de tener que revivir el sentimiento, y se ve en la naturalidad con la que lo afronta. Así, la actriz se mantiene firme y con fuerza, siendo una excelente interpretación. De principio a fin, la colombiana se despoja de florituras para apostar por una potencia que emerge desde dentro. Por consiguiente, se trata de una experiencia purificadora, donde se atreve con la danza, la performance y el cuerpo como vehículo de expresión.
Por otra parte, Chevi Muraday acompaña a la artista en esta aventura teatral. El bailarín plantea su visión desde su propia expresión corporal, arte consolidado por su bagaje artístico. A lo largo de la obra se deja la piel sobre el escenario, no tiene reticencias a enfrentarse a escenas que exigen un nivel de energía, mental y físico, de alto voltaje. Además, sabe sacar partido a la pieza, dado que no se mantiene en un único perfil, sino que va transformando su participación. De esta manera, se aleja de la monotonía y da diferentes aristas a su presencia sobre las tablas. También cabe mencionar la generosidad ante su compañera, dado que ubica el foco sobre ella, por la implicación de la misma con el eje principal del proyecto teatral.
El presente se evapora
Lo que propone El perdón no es nada fácil, ya que se fundamenta sobre un experimento que no bebe de las leyes clásicas del teatro. Por tanto, no se divide en una puesta en escena más estándar, sino que mezcla varias formas de expresión que le permiten manifestar el término del “perdón” desde distintas perspectivas. Para comenzar, se valora positivamente la coreografía, hay partes que son realmente preciosas. No obstante, hay algunos momentos en los que se queda a medio gas, comparándolo con el resultado global. Después, la composición de iluminación es una exquisitez, llegando a esos claroscuros, a esas luces y sombras, sin olvidar marcar aquellas escenas dentro del metateatro. Una creación que introduce a los asistentes en ese arrebato de percepciones y efectos. Además, subraya ese carácter lleno de emotividad y personalidad.
La música se gesta desde una composición notable, donde se dibujan los diferentes estadios por los que transcurre la pieza teatral. Luego, la recreación de la violencia, mediante un esquema directo y tenso, demuestra el buen hacer desde la dirección. También cabe destacar el trabajo del movimiento, que en conjunto con los distintos aspectos de la propuesta, se complementan de una manera estupenda. Sin embargo, el conflicto que se encuentra en la obra, y por la que no brilla en todo su esplendor, es la falta de una cohesión más fluida y consistente. En consecuencia, cada parte tiene una calidad excepcional, pero no logran llegar a una sinergia más compacta. Aun así, dado el compromiso que hay con la obra, se puede vaticinar que encontrarán esos puntos en común para elevarlo al siguiente nivel con el pasar del tiempo.
Conclusión
El perdón es una obra que parte de una vivencia que ahonda en el interior de Juana Acosta. Por un lado, goza de un texto de alta sensibilidad y una belleza extraordinaria. Asimismo, la parte gestual y expresiva mantiene ese nivel de gran calidad, que se une a unas magníficas interpretaciones de Juana Acosta y Chevi Muraday. Únicamente, todavía le falta una mayor fluidez en la cohesión global de la obra, dado que brillan cada parte por separado, pero todavía no se siente que formen parte de un todo. Aun así, se siente y se ahonda en todo ese conglomerado de sentimientos que se presentan. Una amalgama de emociones y sensaciones, que retratan la metamorfosis de la violencia en la absolución del pesar y la emoción del perdón.