El silencio de Elvises una obra teatral escrita y dirigida por Sandra Ferrús; una obra teatral que indaga en la salud mental y en el desamparo al que muchos familiares se ven sometidos por parte del sistema de este país. El silencio de Elvis pretende tener una conversación abierta con el público sobre temas que siguen siendo tabú hoy en día, como la depresión, el suicidio, los trastornos mentales y demás. No solo es una obra que intenta dar visibilidad a los trastornos mentales, sino que también indaga en la otra parte que se suele dejar fuera de la ecuación, que son los familiares de aquellas personas que padecen estos trastornos mentales.
El silencio de Elvis está protagonizada por Elías González, Susana Hernández, José Luís Alcobendas, Sandra Ferrús y Martxelo Rubio. Esta obra se podrá ver en la Sala Margarita Xirgu del Teatro Español de Madrid hasta el próximo 13 de junio.
Título: El silencio de Elvis Título original: El silencio de Elvis
Reparto: José Luis Alcobendas (Vicente) Sandra Ferrús (Sofía) Elías González (Vicente) Susana Hernández (Vicenta) Martxelo Rubio (Elvis, Forense y Psiquiátra)
Duración: 90 min. apróx. Dirección: Sandra Ferrús Dramaturgia: Sandra Ferrús Diseño de escenografía: Fernando Bernués
Vestuario: Cadaunolosuyo
Diseño de iluminación y espacio sonoro: Acrónica Producción: El Vodevil S.L., Tanttaka Teatroa, Acrónica Producciones e Iria Producciones
Tráiler de 'El silencio de Elvis'
Sinopsis de 'El silencio de Elvis'
El silencio de Elvis nos presenta a Vicentín, un chico diagnosticado de esquizofrenia. Es muy alegre, le encanta cantar y bailar. Tiene el alma de Elvis en su interior. Su don es saber lo que la gente va a decir, su deseo, concursar en todos los realities de la tele. Su cruz, y la de su familia, sufrir una enfermedad mental en un país en crisis. Un cóctel de emociones ancestrales, donde el estigma y el miedo a lo desconocido, a lo incontrolable, desestabiliza a nuestra sociedad, apresando y presionando a nuestro joven protagonista. (TEATRO ESPAÑOL).
El Vicent es un buen chico
Hay que valorar y agradecer que haya creadoras tan comprometidas como Sandra Ferrús, que se aventuren a contar y dar visibilidad a este tipo de historias. Cuando tocas el tema de la salud mental parece que uno tiene que ir siempre de puntillas (no debería ser así), ya que es un tema que de por si no deja indiferente a nadie. El silencio de Elvis en ese aspecto, da la impresión de que ha evitado mostrar una versión contenida y políticamente correcta de la temática; cosa que merece ser aplaudida y darle la enhorabuena a la autora de la obra.
Sin embargo, hay algo que no llega a convencerme del todo de El silencio de Elvis, que es el histrionismo y cierta estigmatización involuntaria que se llega a ver por momentos. En relación con lo primero del histrionismo, me parece que está mal calculado el tono que se maneja en ciertas escenas. Puedo llegar a entender el porqué de ello, pero torpedeaba y hacía difícil al espectador seguir los diálogos; de hecho hay escenas que entre tanto grito, uno desconectaba por completo de la función.
Por otro lado, hay situaciones que se dan en la obra que llegan a resultar algo estereotipadas. ¿Por qué siempre se tiene que mostrar a las personas que sufren de algún trastorno mental como violentas? Sin duda que habrá casos que lleguen a ser así, pero no es algo que pase en la gran mayoría de casos; digo esto después de haber entrevistado en su día a varias personas con trastornos mentales para un documental (algunas diagnosticadas de esquizofrenia), en la que me mostraban también su rechazo ante esta visibilidad.
Actores con mucha entrega
Una de las virtudes y cosas a resaltar de El silencio de Elvis, es el maravilloso reparto con el que cuenta. Los cinco actores que conforman el reparto, brillan y tienen momentos estelares a lo largo de la función. En ese sentido, uno no puede reprochar la entrega de cada uno de ellos, que hacen un más que notable trabajo coral. También hay que resaltar lo bien construidos que están cada uno de los personajes (exceptuando cierto toque estereotipado), y lo bien que se plasma las batallas personales con las que tienen que lidiar por separado.
Elías González envuelve al personaje de cierto toque humorístico, que lo convierte en un personaje muy entrañable y con el que resulta muy fácil de empatizar. No considero que haya sido para nada una labor fácil para este actor, meterse en la piel de este personaje con tantas capas. A su vez, me fascina la interpretación que vemos de la dramaturga y actriz de la obra, Sandra Ferrús. Su personaje a mi modo de ver es el más interesante de todos, debido a como se llega a encontrar entre la espada y la pared, en varias situaciones con lo que le pasa a su hermano.
El desamparo estatal
Lo que más me gusta de El silencio de Elvis, es el elemento reivindicativo con el que cuenta. Al igual que he dicho que no me ha gustado la representación de las personas con trastornos mentales, he de decir que en este sentido me ha encandilado la obra. Es un aspecto de ella, que se aborda más bien en el tercer acto y que es muy interesante de presenciar. No se ha visto o yo desde luego no lo he presenciado ficciones en las que se tratase este tema, cuando es una auténtica lacra social de nuestros días.
La situación tan extrema a la que se ven sometidos los miembros de esta familia, es descorazonador y veraz con la realidad que se vive actualmente en este país. El sistema con el que contamos actualmente en España, no facilita ni asiste con la eficacia que debería a las personas que sufren de trastornos mentales. Muchas veces se tiene un trato marginal hacia ellas y es de agradecer que la dramaturga de esta obra, haya querido incluir esta parte de la que no se habla tanto, a la hora de hablar sobre la salud mental en este país. Por último me gustaría aclarar que aunque piense que haya algún problema en cuanto al retrato que se hace del trastorno mental del protagonista, en ningún momento estoy dudando de la buena intencionalidad que hay detrás de esta obra.
Conclusión
El silencio de Elvis es una obra que aborda el tema de la salud mental, de una forma un tanto irregular y grotesca. Pese a que cuenta con elementos muy interesantes y con un reparto brillante, el resultado llega a dejar un sabor agridulce en el espectador. El punto que más entusiasma de la obra, tiene que ver con el elemento de denuncia social con el que cuenta, reivindicando el desamparo estatal al que someten a muchas personas que padecen de algún tipo de trastorno mental. En definitiva, una obra que no convence en términos generales, pero que tiene destellos que hacen que sea bastante disfrutable.