El silencio de los corderos es un celebérrimo thriller, convertido ya en un clásico absoluto, que adapta la novela de Thomas Harris. El eje es Hannibal Lecter, y también el elemento común de una serie de obras literarias en las que el retorcido psiquiatra es una pieza indispensable. En cualquier caso, dentro de este pequeño universo la muestra más destacada es la película de Jonathan Demme, interpretada por Jodie Foster y Anthony Hopkins. La examinaremos conjuntamente con la obra literaria.
Crítica de ‘El silencio de los corderos’
Resumen
Película. El silencio de los corderos
Ficha Técnica
Título: El Silencio de los Corderos
Título original: The Silence of the Lambs
Reparto:
Anthony Hopkins (Doctor Hannibal Lecter)
Jodie Foster (Clarice Starling)
Scott Glenn (Jack Crawford)
Ted Levine (Jame Gumb)
Anthony Heald (Fredrick Chilton)
Brooke Smith (Catherine Martin)
Kasi Lemmons (Ardelia Mapp)
Año: 1991
Duración: 115 minutos
País: Estados Unidos
Director: Jonathan Demme
Guion: Ted Tally (Novela Thomas Harris)
Fotografía: Tak Fujimoto
Música: Howard Shore
Género: Thriller psicológico
Distribuidor: Twentieth Century Studios España
Tráiler
Sinopsis
El FBI busca a "Buffalo Bill", un asesino en serie que mata a sus víctimas, todas adolescentes, después de prepararlas minuciosamente y arrancarles la piel. Para poder atraparlo recurren a Clarice Starling, una brillante licenciada universitaria, experta en conductas psicópatas, que aspira a formar parte del FBI. Siguiendo las instrucciones de su jefe, Jack Crawford, Clarice visita la cárcel de alta seguridad donde el gobierno mantiene encerrado al Dr. Hannibal Lecter, antiguo psicoanalista y asesino, dotado de una inteligencia superior a la normal. Su misión será intentar sacarle información sobre los patrones de conducta del asesino que están buscando.
Novela. El silencio de los corderos
- Editorial : Debolsillo (21 mayo 2019)
- Idioma : Español
- Tapa blanda : 408 páginas
- ISBN-10 : 6073175582
- ISBN-13 : 978-6073175586
- Peso del producto : 281 g
- Dimensiones : 12.7 x 2.54 x 19.05 cm
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Un gran triunfo
El silencio de los corderos tuvo a inicios de los años noventa un éxito fulgurante que agrupó conjuntamente a crítica y público. En caso de que los premios sean un baremo válido para evaluar a una obra baste decir que en los Oscar de 1991 recibió los cinco premios principales (película, director, actor, actriz y guion adaptado). Sin embargo, una prueba, quizá más fiable, del vigor e importancia de la película es su infiltración en la cultura popular.
Los ademanes del doctor Hannibal Lecter (Anthony Hopkins), algunas de sus frases, y en general una retahíla de situaciones cinematográficas están instaladas en el inconsciente colectivo. Cabe atribuirlo a la fuerza de los personajes, entre otros aspectos. El doctor Lecter es la denegación de la idea de que una persona culta, instruida y amante de las artes no pueda ser un monstruo. Es un personaje malvado, pero seductor, refinado pero amenazante, de una rara y exquisita inteligencia.
No obstante, no es la primera vez que el personaje aparecía en la gran pantalla. En 1986 el interesante Michael Mann ya había adaptado la primera novela de Robert Harris con la presencia de Lecter, Manhunter (1986). Buena e interesante película con Brian Cox en el papel del psiquiatra caníbal.
Quid pro quo
Las historias con Lecter de fondo, en realidad son historias de manipulaciones, de juegos pergeñados por el psiquiatra por puro aburrimiento vital. En El dragón rojo, que inspiró Manhunter y fue llevada de nuevo a la pantalla por Brett Ratner en 2002, el juego que se establece entre el psiquiatra y el agente del FBI Will Graham es muy turbio. El propio Graham tiene dentro de sí una enorme oscuridad, no muy distinta de los psicópatas que persigue, y su interacción con Lecter en la resolución de caso lo llevará a situaciones extremas.
En la película que nos ocupa el juego es de distinta índole. La aspirante a agente del FBI Clarice Starling se ve lanzada a ser la interlocutora con Lecter para la resolución de un caso. Un asesino serial apodado Buffalo Bill está desollando a jóvenes adolescentes, y Hannibal podría ofrecer una ayuda decisiva como, digamos, "consultor" en el caso. La relación con Clarice Starling se base en la relación de superioridad del psiquiatra, y su ánimo de jugar. Y ese es el famoso quid pro quo de El silencio de los corderos, Lecter ayudará a la (casi) agente Starling a cambio de que ésta satisfaga la curiosidad del psiquiatra sobre sus propios miedos.
Un importante aspecto en común entre novela y película es que hay una segunda trama soterrada respecto de la criminal, que viene a parecerse mucho a una terapia psicológica donce Clarice es la paciente y Lecter es el "terapeuta". Ella tiene miedos profundos con origen en su infancia que determinan su personalidad. Hannibal Lecter se alimenta gustoso de esos miedos, pero el resultado es casi simbiótico. Como si la resolución del caso fuera una cura. No es un asunto baladí, incluso el título de la obra deriva de esta tesitura.
La plasmación en imágenes
Jonathan Demme apostó, con acierto, por un aspecto sórdido, sucio, de fotografía rugosa y granulada. No se preocupa por atenuar lo grotesco de la historia y de ahí que muchas de las imágenes sean poderosas todavía a día de hoy. Es difícil sustraerse al pútrido ambiente de la guarida de Buffalo Bill, o al naturalismo exacerbado del examen forense a una de las víctimas, p.ej. El ambiente general de la película es decadente, oscuro, como de un goticismo feísta y sin refinar. Gran parte de la inquietud de El silencio de los corderos viene de ahí. Ese efecto se perdería en la secuela de Ridley Scott, muchísimo más sofisticada y elegante.
Podemos encontrar elementos comunes con una película cada vez más rehabilitada para la crítica como El exorcista III, que reconvertía la historia de exorcismos en un thriller psicológico criminal de tintes sobrenaturales. Evidentemente lo sobrenatural no tiene cabida en El silencio de los corderos, pero el procedimiento policial y la oscurísima atmósfera acerca a ambas obras, que por cierto son coetáneas. Para completar la cadena de influencias, Seven (1995) posee claras similitudes tanto con el El exorcista III como con El silencio de los corderos.
De este modo se establecen las directrices canónicas de gran parte de los thriller de los 90. En el caso de Jonathan Demme, esa atmósfera opresiva es coherente con sus propios orígenes, vinculados a un nombre tan clásico dentro del terror como Roger Corman. Sea como sea la plasmación en imágenes es ideal para lo que Thomas Harris pretendía transmitir con su obra.
La novela de El silencio de los corderos
El silencio de los corderos, en su faceta literaria, tiene una prosa ágil cuyo propósito es intentar inquietar y atrapar al espectador. Es un estilo sencillo, pero que tiene como características esenciales una materia prima realmente oscura y una notable labor de documentación. Todos los procedimientos y recovecos políticos o incluso burocráticos del FBI son mostrados con una alta precisión que felizmente no menoscaba la agilidad. Los engranajes de esta institución son reflejados con más detalle en la novela que en la película, donde el guionista Ted Tally lo fía todo a la trama netamente criminal.
Thomas Harris no teme sumergirse en aguas pantanosas. Los recovecos oscuros de la mente humana que vemos en la película, estaban ya en la obra literaria incluso de una manera más alargada. Un acierto del guion de la película es que poda algunas situaciones o bien no muy cinematográficas, o bien que no ayudan a una mayor continuidad. Por lo demás, la película es bastante fiel a la letra. Las mayores diferencias vienen de mano de los personajes, tanto por su peso final en la obra como por su carácter.
Cuestión de personajes
Si bien los personajes principales son los mismos, tanto en novela como en película, la forma de mostrarlos tiene sus matices. En la novela Clarice Starling es más enérgica, aguerrida y extravertida. En la película su personaje es mucho más serio, circunspecto y comedido. Y Jodie Foster tiene mérito en ello. Al final consigue un personaje relativamente apocado por su bisoñez, pero de una inteligencia y tenacidad muy a considerar. En este sentido la presentación del personaje en los créditos iniciales (no aparece así en la novela) superando una durísima yincana, nos da una idea de la obstinación de la candidata a agente del FBI.
Hay personajes de tinte secundario en El silencio de los corderos que en la novela aparecen más. Un ejemplo claro es Jack Crawford, jefe de la sección de ciencias del comportamiento del FBI y superior de Starling. En la novela su presencia es muy amplia, trabajando de manera muy estrecha con su discípula. Existe un sentimiento de admiración por parte de ella casi flirteando con el enamoramiento platónico, más acusado que en el celuloide. En cualquier caso Scott Glenn hace un papel sobrio y adecuado, si bien apenas lo vemos como un mentor. Otro de los personajes con mayor protagonista novelesco es el de la senadora Martin, cuya hija ha sido raptada por Buffalo Bill.
El personaje del doctor Lecter tiene unas característica muy similares en ambas vertientes. Es un ejemplo de personaje secundario pero dominante. Demme apenas lo muestra durante 16 minutos, y sin embargo casi parece el protagonista. Algo similar ocurre en la novela. Es tal el magnetismo de la unión entre malevolencia y erudición que no hace falta una mayor presencia. Su figura es muy curiosa. No es el antagonista principal, pero desde luego tampoco es el bueno de la película.
El lado oscuro
En El silencio de los corderos hay una evidente inmersión en el lado oscuro de la psique. De inmediato pensamos en Hannibal Lecter, que es un compendio de ironías. Es a la vez el paradigma de los buenos modales, poseedor de una basta cultura, y una persona notablemente inteligente. Y sin embargo es un despiadado psicópata. Y en una doble vuelta de ironía, resulta que es un reputado psiquiatra. En la novela incluso sigue escribiendo en revistas especializadas. La actuación de Anthony Hopkins es maravillosa, su mirada aúna inteligencia, oscuridad y una tenebrosa exquisitez. Atención al momento de su aparición, cuando seguimos a Clarice a través de un pasillo de un hospital psiquiátrico y vemos en travelling a Anthony Hopkins con una indescriptible mirada.
El verdadero antagonista de la película es Buffalo Bill, también refrendado por una buena actuación. Ted Levine encarna a un psicópata con una extraña fijación por la piel humana, que se mueve dentro de la demencia y de lo grotesco sin bordear la sobreactuación. Tanto en el libro como en la película se da una explicación demasiado bizantina y enrevesada sobre su psicopatía, pero no importa en exceso.
El rayo de esperanza es una estudiante que aspira a entrar en el FBI, y que mientras se ve envuelta en un gravísimo caso de homicidios, y también en los juegos de Lecter (y Jack Crawford), debe luchar contra sus propios fantasmas interiores.
"¿Han dejado ya de chillar los corderos, Clarice?"
Conclusiones de 'El Silencio de los corderos'
Los poderes de El silencio de los corderos son unos personajes insólitos, el esfuerzo por captar nuestro interés por el lado oscuro y una atmósfera inquietante de muchos quilates. En el caso de la película la puesta en escena no solo es acertada, sino que potencia algunas virtudes del texto como la sensación opresiva que se desprende de la historia. La dirección de Jonathan Demme y las actuaciones de Anthony Hopkins y Jode Foster plasman y elevan a la perfección las virtudes de la novela y conforman uno de los thrillers más influyentes de los últimos treinta años.
La narrativa de Thomas Harris es sencilla pero cuidada, tiene un buen trabajo de documentación en las partes técnicas tanto de psiquiatría como de procedimiento policial, y se lee con interés. Su adaptación a la pantalla es fiel y las correcciones en algunos detalles son beneficiosos desde el punto de vista cinematográfico.
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