Érase una vez... pero ya no es la nueva producción de Manolo Caro para Netflix. El director de La Casa de las Flores o Alguien tiene que morir regresa esta vez con un musical de cuentos de princesas y príncipes. Sebastián Yatra, Mónica Maranillo y Nia Correia figuran como estrellas principales de una producción que nunca tuvo el norte.
Crítica de 'Érase una vez... pero ya no'
Resumen
Ficha Técnica
Título: Érase una vez... pero ya no
Título original: Érase una vez... pero ya no
Reparto:
Sebastián Yatra (Diego)
Nia Correia (Juana)
Mónica Maranillo (Goya)
Asier Etxeandia (Antonio)
Mariana Treviño (Dolores)
Mariola Fuentes (Fátima)
Itziar Castro (Candela)
Año: 2021
Duración: 29 min.
País: España
Director: Manolo Caro
Guion: Manolo Caro
Fotografía: Ángel Amorós
Música: Lucas Vidal
Género: Drama. Musical
Distribuidor: Netflix
Tráiler de 'Érase una vez... pero ya no'
Sinopsis
Una pareja que se ve forzada a separarse debe encontrarse en otra vida para romper el hechizo bajo el que está su pueblo, un lugar en donde nadie puede enamorarse. (Netflix)
Dónde se puede ver la serie
Una producción sin brújula
Faltan actores que sepan cantar bien, o eso al menos tuvo que pensar el equipo de Érase una vez... pero ya no que decidió contratar a Sebastián Yatra para un papel principal. Y es cuando ya no cuidas tu producción desde el principio, solo puede salir algo como esto. Cuando pides un cóctel hay tres opciones, que el camarero sepa los ingredientes y los mezcle dando lugar a una bebida rica. Que te ofrezca un espectáculo casi de circo con la coctelera y te sepa mejor. O que estés en tu casa mezclando lo que encuentras en una nevera vacía, y te salga un cóctel para tirar por el fregadero. Bueno, pues eso último es Érase una vez... pero ya no.
Sin embargo, el cantante colombiano no es el problema. Es cierto que sus dotes actorales son más bien invisibles en la ficción, pero es que en sí la producción nunca encuentra su camino y se pierde, y lo que es peor, nos hace perder el tiempo. En primer lugar, nada, absolutamente nada congenia en esta ficción. Personalmente la realización no sucumbe a ningún raciocinio lógico y la estética es un intento barato de asemejarse al universo almodovariano.
Una vez más en otra ficción de Manolo Caro volvemos a toparnos con unas interpretaciones sobreactuadas. Incluso esta vez llegan a rozar lo estridente. La ficción parece empeñada en dar bofetadas al espectador para sacarlo de su relato continuamente. La estética ciertamente parece diseñada por un niño de cinco años que no busca componer en el plano de manera lógica y buscando equilibro en gamas de colores o complementaciones. No obstante, el problema no solo es su estética hortera, sino que el guion resulta desesperante.
Inverosímil y poco orgánico
El musical es un género que directamente le ofrece al espectador un pacto de verosimilitud o también denominado pacto audiovisual. Es este por el cual el espectador asume unas reglas que vienen implementadas en el género, y es por ello por lo que en un musical no nos resultaría raro que la gente cante o baile en mitad de la autopista principal de Los Ángeles. Bueno, pues Érase una vez... pero ya no debe ser de los pocos musicales donde las actuaciones desentonan hasta en su propio universo. En su mayoría son actuaciones musicales que se insertan de la manera más inorgánica posible. Personalmente, pocas se salvan de una ficción que parece estar girando fuera del eje sin control.
No concibo que nadie en el proceso de creación, e incluso durante el rodaje no se estuviera dando cuenta del batiburrillo que estaba resultando la historia. Si es que desde el comienzo parece ser un coche destinado a despeñarse por un acantilado. No obstante, sí que se agradece dentro del formato la poca duración de los episodios y el número de estos, en concreto seis, lo que hace que la serie no se haga tan cuesta arriba como podía haberse hecho en el formato convencional de Netflix.
Ser o no ser
La serie se divide en dos épocas distintas, y es cierto, que quizás porque estamos en ella menos tiempo, el medievo se lleva algo mejor que el presente. Sin embargo, su representación de época no está falta de anacronías que están hechas a propósito (eso espero), pero que personalmente no creo que sumen. Solo siguen perjudicando a la ficción y provoca que el espectador se la tome como una mamarrachada. Ahí es donde está el siguiente problema, y es que cuando una ficción trata de reírse de sí misma siendo consciente de lo qué es, creo que el conjunto puede funcionar. No obstante, creo que esta no sabe ni si quiera lo que pretende.
Asimismo, los personajes resultan de los más inverosímiles, así como su historia. No hablo de verosimilitud en el aspecto de que sea posible o no la situación, que desde luego no lo es. Sino que la ficción nunca llega a convencer y ser creíble. Creo que hay tantos elementos que parecen haberse alineado para jugar en su contra que no funciona, simplemente eso. Los personajes están totalmente faltos de verosimilitud y humanidad. Y sus interpretaciones lamentablemente no ayudan.
Además, si el objetivo de la ficción era hacer reír al espectador, no nos engañemos, porque el objetivo tampoco se cumple. Más bien llegas a llorar, y no de emoción que es lo que se debería de dar en cierto momento, sino de pura desesperación. Creo que sin buscarlo es una serie que lleva al límite al espectador (en el ámbito negativo de la expresión) que se siente como un imbécil, dándole la sensación de que le están tomando el pelo.
Conclusión de Érase una vez... pero ya no
Érase una vez... pero ya no de Manolo Caro es una ficción que no cumple en nada. Lamentándolo, y me duele decirlo, es una total pérdida de tiempo, mejor no se bajen en esta parada, no se acerquen a este pueblo, y pasen a la siguiente serie de su lista de pendientes.
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La verdad es que no se por que la pintan tan mal, es entretenida y no es lo comun a mi me guataria que hubiera segunda temporada donde fuese erase una vez, pero esta vez si! Y soledad y diego terminasen de verdad juntos y no con esa ne.... Que no pinta nada ahi