Magüi Mira analiza las relaciones de parejas y la seducción en Los mojigatos, adaptación de la obra teatral de Anthony Neilson, famoso dramaturgo escocés. Para esta versión ha contado con Gabino Diego, reconocido actor por títulos como "El rey pasmado", en teatro, o "¡Ay, Carmela", en cine. También le acompaña Cecilia Solaguren, a la cual hemos podido ver en "La cena de los idiotas" o "Los otros Gondra". Se puede disfrutar de esta obra hasta el 13 de diciembre de 2020 en el Teatro Bellas Artes.



Los mojigatos

Crítica de 'Los mojigatos'

Ficha Técnica

Título: Los mojigatos
Título original: The Prudes

Reparto:
Gabino Diego (Jimmy)
Cecilia Solaguren (Cecilia)

Duración: 80 min. apróx.
Dirección: Magüi Mira
Dramaturgia: Anthony Neilson
Adaptación: Magüi Mira
Diseño de iluminación:
José Manuel Guerra
Productor:
Jesús Cimarro
Producción: Pentación Espectáculos

Entrevista a Gabino Diego por 'Los mojigatos'

Sinopsis de 'Los mojigatos'

Los mojigatos nos pregunta: ¿Dónde están las líneas rojas de la nueva seducción? ¿Cómo sustituir los viejos códigos caducos sin convertirse en unos «mojigatos»? ¿Cómo hacer el amor con plenitud en una relación equilibrada y libre? ¿Sabremos afrontar esa necesaria renegociación de género?

Una mujer y un hombre, con 9 años de buena relación y 14 meses de sequía sexual, intentan encontrar una salida a su problema con la colaboración del público. Mucho humor, y a veces también dolor, para una pareja «en busca del sexo perdido».(TEATRO BELLAS ARTES). 



Los mojigatos
Foto de Javier Naval

Las relaciones de pareja a debate

Magüi Mira realiza la adaptación de la obra homónima de Anthony Neilson, Los mojigatos. A partir de una aparente crisis de pareja, la dramaturgia pone sobre la mesa distintos debates en torno a las relaciones y a la manera de comportarse. De esta manera, poco a poco se van conociendo las problemáticas que azotan a estos dos personajes, que se mezclan en un debate social donde el púbico participa fácilmente. La razón es que hablan sobre temas que no son de una resolución sencilla, sino que, dentro de todo ese humor agradable, se esconde una reflexión interesante sobre los roles de géneros. A raíz de los distintos diálogos que mantienen entre ellos, se dibuja la responsabilidad y la dificultad de comprender los códigos que hay detrás del comportamiento sexual y sensual.

Gracias a ello, se muestra la importancia que hay a la hora de hablar de sexo. Aunque al principio pueda parecer que los dos personajes nadan en un histrionismo alejados de la empatía del espectador, no se produce así. Por lo cual, desnuda a sus personajes, llevándolos de lo más concreto a lo universal. Incluso, hay varios momentos en los que se rompen en una visceralidad dramática, que no desentona al llevarla con maestría ante la escena. No es fácil clavar ese dolor, sin perder la sintonía de la comedia y del buen rollo formado, pero se consigue. Hay partes en las que se roza cierta peligrosidad, dado que las sensibilidades hacia algunos temas son imprescindibles, pero nunca pasan la línea. Luego, aplaudir las escenas donde el disparate se adueña y da más vida al relato. 

Pentación Espectáculos
Foto de Javier Naval

Un dúo humorístico

Una de las mejores decisiones de Los mojigatos es su elenco actoral, formado únicamente por Gabino Diego y Cecilia Solaguren. Para comenzar, Gabino Diego está en plena forma, demostrándolo sobre el escenario sin ningún problema. Tiene esa luz tan característica, que se combina con la atmósfera naif que envuelve a su personaje. Así, consigue dar a su trabajo actoral la posibilidad de abordarlo desde la naturalidad y la sencillez. Asimismo, su expresividad muestra esa culpa, llevada a la caricatura, pero sin caer en la bufonada. Dicho de otra forma, logra manejar la energía y sigue en coherencia con la obra, pero expresando sensaciones no tan fáciles de explicar. Por lo que, obtiene un trabajo que, aparentemente, es sencillo, pero que terminan viéndose esas aristas que lo enriquecen, al igual que el cuidado del movimiento sobre el escenario.

Después, Cecilia Solaguren es pura energía, que ya desde la primera escena se puede ver todo ese torrente de personalidad que va a dejar sobre las tablas. A lo largo de la obra se mantiene en ese perfil más sarcástico e irónico, lo que hace que sea el contraste perfecto con la tranquilidad de Diego. A la par, protagoniza uno de los momentos más difíciles a nivel actoral sobre la pieza teatral. Gracias a su buen hacer, lo resuelve con exactitud, dejando una sensación escalofriante. Su verosimilitud como actriz también se ve en el momento donde pasa del drama a la comedia, sin un ápice de forzado. Al contrario, se mantiene totalmente orgánica siempre. También añadir que la química entre ambos actores se hace palpable en el ambiente y forman un equipo estupendo.

Pentación Espectáculos
Foto de Javier Naval

Lo que no se dice

Cuando comienza Los mojigatos, se presenta al espectador un escenario desnudo, sin nada ni un elemento sobre la escena. A continuación, comienza en tiempo real esa construcción de lo que será el lugar de representación de lo que quiere plantear esa particular pareja. De esta manera, se rompe la cuarta pared constantemente, convirtiendo a los espectadores en confidentes y en parte de la escenografía. Mediante esa interacción, dirige la mirada del público y capta su atención, lo que es una estrategia estupenda para mantener activo al espectador. Realmente, no hay muchísimos artificios sobre las tablas, pero no son necesarios. La coreografía y el trabajo físico de los actores rellenan perfectamente la escena teatral, además de hacer un buen uso de otros elementos técnicos y artísticos que se combinan en una estrategia certera.

Uno de ellos es la iluminación, que va desarrollándose en directo, pero realiza una composición muy atractiva y juguetona, como la propia obra. También hablar sobre el uso de la música, la cual sabe cuál es su intención y llega a su lugar propicio. Por lo que, es un placer y tiene su valor en la propia ejecución del humor o de la narrativa. Después, el ritmo es dinámico, es un paseo totalmente ameno, que no se estanca en ningún momento. Al estar sumergidos en carcajadas continúas, se disfruta fácilmente de ella. Tras terminar la obra, el debate está servido, demostrando, una vez más, que no hay nada mejor que la comedia para hablar de aquello que resulta muchas veces difícil por el enfoque. Por último, valorar las transiciones y los monólogos de cada uno, dado que se hacen de una forma sinérgica y circulan con suavidad.

 Los mojigatos
Foto de Javier Naval

Conclusión

Los mojigatos es una comedia que pone sobre la mesa distintos debates en torno a las relaciones, a las líneas rojas y a temas que realmente llevan intrínseca una complejidad interesante. Magüi Mira ha sabido adaptarlo a la perfección, convirtiendo a los espectadores en sujetos activos durante toda la obra. De igual forma, Gabino Diego y Cecilia Solaguren están estupendos, con una química exquisita y ese contraste entre ambos que triunfa. Por otro lado, la puesta en escena está en continuo movimiento, dando un dinamismo certero y un ritmo totalmente dinámico. El sexo y las preguntas que surgen de ella, demostrando que no hay edad para aprender aquello que no se enseñó, o habló.

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CINEMAGAVIA
8/10
80 %
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Diego Da Costa
Subdirector de Cinemagavia. Comunicólogo audiovisual por la UCM y Máster en Comunicación en la Red por la UNED. Miembro de EGEDA (Premios Forqué) e Ingeniero Audiovisual en Ricoh España. Co-creador de la compañía artística La Joie de la Colina. Como diría Elizabeth Taylor: "Las ideas mueven el mundo sólo si antes se han transformado en sentimientos".
los-mojigatos-critica-teatroUna comedia que pone sobre la mesa distintos debates en torno a las relaciones, a las líneas rojas y a temas que realmente llevan intrínseca una complejidad interesante. De igual forma, Gabino Diego y Cecilia Solaguren están estupendos, con una química exquisita y ese contraste entre ambos que triunfa. Por otro lado, la puesta en escena está en continuo movimiento, dando un dinamismo certero y un ritmo totalmente dinámico. El sexo y las preguntas que surgen de él, demostrando que no hay edad para aprender aquello que no se enseñó, o habló.

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