En 2001 Estados Unidos eligió Los monólogos de la vagina como obra contra la violencia de género en las mujeres. Gracias al trabajo de Eve Ensler, se rompieron tabúes y quedó para la posteridad este título en la historia teatral mundial. Además, este espectáculo es un fenómeno que ha sido traducido a más de 45 idiomas y representado en más de 120 países. Una vez más, regresa a los escenarios españoles, de mano de Edu Pericas. Además, cuenta con tres actrices de recorrido, como son Olga Hueso, Rocío Madrid y Albanta San Román. Se puede disfrutar en el Nuevo Teatro Alcalá, los jueves y viernes a las 20:30 horas, los sábados a las 17:30 y 20:00 horas y los domingos a las 18:30 horas.
Título: Los monólogos de la vagina Título original: The Vagina Monologues
Reparto: Olga Hueso Rocío Madrid Albanta San Román
Duración: 90 min. apróx. Dirección: Edu Pericas Adaptación: Edu Pericas Escenografía: Xavier Erra
Vestuario: Tania Tajadura
Caracterización: Mauro Gastón
Iluminación: Ignasi Morros
Espacio sonoro: Ramón Vives
Regidora: Teresa Ribera
Jefe técnico: Joan Segura
Cartel: Frankie de Leonardis
Fotografía: Nelson Pará Producción: ANEXA
Tráiler de 'Los monólogos de la vagina'
Sinopsis de 'Los monólogos de la vagina'
Los monólogos de la vagina es Los monólogos de la Vagina es una comedia que rompió tabúes e hizo historia. Una comedia sobre las mujeres y su sexualidad, los tabúes sociales, la represión y la incultura sexual. La clave de su éxito es la intemporalidad. Trata abiertamente sobre la sexualidad de la mujer pero no entra en la tortuosa relación hombre-mujer.
La vigencia, universalidad y contemporaneidad en todos los sentidos del tema la hacen rabiosamente actual y necesaria. Un espectáculo para hartarnos de reír pero también para reflexionar. (ANEXA).
Llenarse la boca
Una de las comedias más famosas, y que aún perdura en el panorama teatral, es Los monólogos de la vagina, obra original de Eve Ensler. En esta ocasión, es Edu Pericas quien realiza una nueva versión de esta hilarante pieza teatral. Desde el principio se ve esa reivindicación feminista, que madura con el paso del tiempo, pero que sigue mostrando una realidad social vigente. A pesar de haber vivido un avance en la liberación en torno a la mujer, todavía hay quienes les cuesta ver este cambio de forma natural. Con lo cual, esta dramaturgia explota esos tabúes de una forma deslenguada, divertida y amena, donde no sólo mujeres disfrutan de lo que se dice, sino que también los hombres comprenden lo que se expone sobre las tablas. Así se normaliza hablar de temas como el sexo, la menstruación, entre otros, de forma pública.
Los dos primeros monólogos gozan de una rapidez narrativa espléndida, donde se abordan cuestiones desde una mirada gratificante y efectiva. Mientras que el primero es esa presentación descarnada y fresca, el segundo apuesta por una ambientación alocada, políticamente incorrecta y natural. Sin embargo, el tercero se presenta como un relato menos potente, manteniendo la intención de su mensaje, pero sin obtener tanta potencia como los dos primeros. Después, el discurso final, muy revelador, crudo e impactante, es un homenaje necesario a las víctimas del machismo y la violencia heteropatriarcal. Deja los pelos de punta y emociona por la fuerza que se contiene en sus palabras. Sin embargo, la conexión con la parte principal, no se dibuja con la misma fluidez que sí obtienen por separado. En consecuencia, da la sensación de estar viendo dos obras teatrales totalmente distintas.
El escenario, su hogar
El reparto de esta versión de Los monólogos de la vagina es una apuesta redonda, con una sinergia muy atrayente. Para comenzar, Olga Hueso demuestra que el escenario es su casa, con un control de las tablas fascinante. De principio a fin se desenvuelve con absoluta pasión, acompañada de una expresividad exquisita. Se suma también la forma en la que se mueve por el espacio teatral, así como su capacidad para romper con la cuarta pared y conectar instantáneamente con el público. Además, en esta obra, se puede ver que disfruta en todo momento con lo que pasa en el escenario, su energía se mantiene hasta en los momentos en los que no participa de forma activa. Después, Albanta San Román realiza una buena labor, donde se ve su compromiso con la obra y el espacio teatral. Por lo que, hay un potencial que con el tiempo se pulirá.
Rocío Madrid completa este trío actoral con una interpretación auténtica, se puede definir como pura dinamita. La actriz pone toda la carne en el asador desde el principio, regalando escenas totalmente histriónicas y llenas de pura comedia. Asimismo, se revela como una explosión de pura alegría, combinándolo con un lenguaje soez, macarra y cercano, lo que le permite sacar provecho de esta parte. Además, gracias a ese contraste con sus otras dos compañeras, se promulga una complementación entre que ellas que triunfa en su ejecución. También hay que mencionar que, aunque el humor sea su hogar, la parte final demuestra la seriedad con la que se toma su profesión. Por otro lado, hay que subrayar la química que se desarrolla con Hueso, formando una dupla excelente. Por tanto, ver a ambas en escena es apostar a caballo ganador.
La comedia revestida de reivindicación
Escenificar clásicos teatrales contemporáneos permiten reinterpretar las imágenes que se forman en torno a ellos. En este caso, Los monólogos de la vagina propone una escenografía más minimalista y que basa su fuerza en las propias interpretaciones. Aun así, se mantiene una estructura suave, donde los colores se combinan en un equilibrio estético estupendo. Igualmente, hay que comprender que potenciar más elementos en escena podría haber provocar algo de distracción en el espectáculo. No obstante, da mucho juego en escena el atrezzo que se ve en la escena, así como el uso de la iluminación para ofrecer una experiencia que navega entre pasado, presente y futuro. Lo mismo ocurre con el ritmo, que es liviano y se mantiene así la mayor parte de la obra. Únicamente, en el tercer monólogo, esa mirada al pasado, relaja el ambiente más de lo que debiese.
Por otro lado, el vestuario escogido se mantiene en consonancia con el sello de identidad de la obra, mostrando una ejecución efectiva. Además, en el caso de Madrid, acentúa ese carácter vivaracho que contiene su personaje. Después, en la parte final de la obra, toda la estructura antes mencionada cambia radicalmente, al igual que el tono. Ese frenesí de emociones y de reivindicación transforman el escenario en una secuencia de denuncia y dolor. Por lo cual, se dibuja una escenografía más compleja, transmitiendo a la perfección ese maremoto de emociones que hay en las palabras de los textos dispuestos. Así, se obtiene un final que no deja indiferente a los espectadores, sino que materializa gráficamente toda esa revolución que sucede en escena. Al contrario que la narrativa, de forma técnica y visual sí mantiene un lazo común entre ambas partes.
Conclusión
Los monólogos de la vagina reivindica la libertad femenina desde diferentes ángulos con un texto auténticamente hilarante y descarnado. Se agradecen textos que sirvan de ruptura con lo establecido, pero al mismo tiempo muestren una realidad cercana. Además, al hacerlo desde la comedia, se disfruta al mismo tiempo que se aprende y escucha lo que estas mujeres tienen que decir. Por otra parte, el reparto actoral realiza una labor que eleva aun más el nivel de la obra, con momentos absolutamente desternillantes y llenos de dinamismo. La puesta en escena está en coherencia con lo que se ve sobre las tablas. Por otra parte, la bifurcación en dos partes de la obra, funciona excelentemente por separado, pero su punto de unión es difuso. Hablar sobre la mujer desde una mirada fresca, liberadora y llena de momentazos, decir vagina (o coño) nunca tuvo tanto sentido.
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