El pasado 3 de marzo llegó Muelle Oeste, de Bernard-Marie Koltès, a la Sala Mirador, en esta ocasión, bajo la dirección de César Barló. Esta producción de Alma Viva Teatro recorre la pieza de uno de los dramaturgos más importantes del teatro francés de finales del siglo XX, considerado toda una eminencia en el país galo. Su estreno original fue en 1986, en el Patrice Chéreau de París. El reparto de esta versión está formado por Juanma Navas, Teresa Alonso, José Gonçalo Pais, David Ortega, Paula Susavila, Moisés Chic, Natalia Rodríguez y Samuel Blanco. Se representará de viernes a domingo hasta el 19 de marzo.
Reparto: Juanma Navas (Mauricio Koch) Teresa Alonso (Mónica) José Gonçalo Pais (Carlos) David Ortega (Abad) Paula Susavila (Clara) Moisés Chic (Fak) Natalia Rodríguez (Cecilia) Samuel Blanco (Rodolfo)
Duración: 120 min. apróx. Dirección: César Barló Versión: César Barló Dramaturgia: Bernard-Marie Koltès
Espacio escénico: Juan Sebastián Vestuario: Karmen Abarca Espacio sonoro: AlmaViva Teatro Iluminación: César Barló Fotografía: AlmaViva Teatro Diseño gráfico: José Gonçalo Pais Producción: Alma Viva Teatro
Sinopsis de 'Muelle Oeste'
Muelle Oeste nos lleva "al oeste de Nueva York, en Manhattan, en un rincón del West End, donde está el viejo puerto, hay unos hangares; hay en particular uno abandonado, un gran hangar vacío, donde pasé algunas noches, escondido. Es un lugar sumamente extraño, un refugio de mendigos, maricas, camellos, de ajustes de cuentas, un lugar donde la policía jamás pisa, por oscuras razones. Nada más entrar, te das cuenta de que estás en un lugar privilegiado del mundo, una especie de cuadrado misteriosamente abandonado en medio de un jardín, donde las plantas hubieran podido crecer de manera diferente; un lugar donde no existe el orden normal, sino otro orden muy curioso, que se ha ido conformando". Bernard-Marie Koltès. (SALA MIRADOR).
Una tribu extraña
Bernard-Marie Koltès es uno de los dramaturgos franceses más famosos del siglo XX, siendo una figura indiscutible en el país galo. En Muelle Oeste realiza un retrato de una sociedad oscura, que contraste de una manera eficaz con el llamado sueño americano. Por ello, se establece una dramaturgia que combina una fantasía sombría con una exposición de la marginalidad que se vive en la sociedad moderna. Además, le aporta un halo de misterio y acción, que propone un enclave complejo y profundo, que no busca una coherencia narrativa estándar. Gracias a ello, se sumerge ante una historia donde la locura tiene su razón de ser, mediante un laberinto tétrico y sobrecogedor, que no busca una definición concreta de lo que se está viendo. Con lo cual, se realiza un retrato deforme, que brilla por su calidad y por ser fiel a sí mismo en todo momento.
De esta manera, la dramaturgia lleva al público a adentrarse de lleno en esos suburbios, en ese submundo, que establece unas reglas muy diferentes a las leyes sociales comunes. Así se realiza un intercambio, que expone la singularidad del relato y muestra un imaginario realmente llamativo. El lenguaje lleva a esa suciedad urbana, pero sin caer en la vulgaridad y dejando un vocabulario pertinente. Únicamente, no es una obra totalmente accesible para todo tipo de públicos, sino que se debe mantener una atención constante para no perder el hilo de los acontecimientos. Por lo que, más que un detalle a mejorar, se puede considerar que es una aspecto que exige a sus espectadores. En resumen, se crea un universo, que se sostiene por unas bases sólidas y sabe evolucionar a lo largo de la representación.
La familia del infierno
Un reparto numeroso es el encargado de meterse en la piel de esta extraña tribu en Muelle Oeste. En primer lugar, Juanma Navas y Teresa Alonso inician este viaje oscuro. Por un lado, Navas destaca por una interpretación temple, que se va uniendo a una desesperación y se muestra en su expresividad facial. Así consigue ofrecer una labor consolidada y firme. Después, Alonso mantiene una coherencia dramática en todo momento, con un carácter vigoroso que se une a una fuerza muy bien plasmada en su actuación. Además, logra matizarlo con un final en el que se ve esa situación extrema reflejada en su rostro. Ambos reflejan a la perfección la decadencia que va envenenando a sus personajes. Por su lado, Paula Susavila realiza un trabajo estupendo, por el cuidado de la voz y la energía que transmite, así como por los pequeños detalles con los que triunfa en escena.
Moisés Chic derrocha carisma, sabe donde están los puntos fuertes de su personaje y los explota. Se muestra absolutamente cómodo ante la escena, hace y deshace sin ningún problema y conquista a los espectadores. Gracias a ello, se puede ver una personalidad exquisita como actor, demostrando tener un talento innato para ello. Después, José Gonçalo Pais cumple con su labor, tiene escenas realmente brillantes e impolutas, pero se echa en falta algo más de naturalidad en algunos momentos. Todavía puede pulir más su interpretación. Por otra parte, Natalia Rodríguez y Samuel Blanco completan el reparto mediante una labor dramática en sintonía con el carácter de la obra. En sendos casos, no se limitan a exponer ese deterioro social en sus carnes, sino que logran llamar la atención de los espectadores. Por último, David Ortega hace lo que se le demanda.
Una pesadilla mágica
Una de las razones por las que Muelle Oeste se convierte en una obra que merece la pena ver es por su puesta en escena elevada y que logra impactar en el público desde el primer minuto. Para comenzar, la estructura central sirve de columna vertebral sobre el escenario, adueñándose y estableciendo el estilo artístico, con un aspecto frío y oscuro. Para ello, se combina con una máquina de humo y un diseño de iluminación impresionante, que dibuja una belleza tétrica y funesta, que sienta rápidamente el sello de identidad de la producción. Por tanto, aplaudir la dirección de César Barló, quién ha sabido elevar la propuesta a grandes niveles y ser un perfecto ejemplo de cómo el teatro considerado alternativo puede ofrecer montajes grandilocuentes.
El diseño de vestuario es un absoluto acierto en cada uno de los personajes, así como los distintos objetos que se convierten en el eje principal de la acción. Así, unos simples zapatos, un reloj o un arma, adquieren un sentido no solo artístico o estético, sino también narrativo, lo que alcanza un significado todavía más profundo. Después, el ritmo de la pieza se cuece a fuego lento, no busca resumirse en una rapidez innecesaria, pero sabe cautivar y llamar la atención de la audiencia. No obstante, de cara a la última media hora de la obra, puede ser que se tenga la sensación de haberse alargado excesivamente en tiempo. Aun así, el resultado, en su conjunto, es original y potente.
Conclusión
Muelle Oeste es una oscuridad onírica que cautiva a los espectadores por una dramaturgia original y una propuesta de alta calidad. Por tanto, el libreto de Bernard-Marie Koltès consigue destacar al exponer una historia coral que impresiona en su contenido y expone un universo lúgubre y social. Una metáfora de lo contrario al sueño americano. Después, el reparto realiza una labor potente, llena de naturalidad y dejándose llevar por el fango dramático. Por otro lado, la puesta en escena es exquisita, una muestra de cómo el teatro alternativo también puede traer propuestas jugosas y elevadas, siendo uno de sus atributos mejor valorados. El suburbio y la marginalidad se unen en una aventura extrema, que combina fantasía con decadencia.