En 2013 se inició una iniciativa conjunta entre el teatro Fernán Gómez. Centro Cultural de la Villa y Arte-Factor, con la intención de acercar la poesía al público. De esta manera, nace Noche de difuntos, donde a través del teatro se sumergen en la poesía y el teatro del Romanticismo del siglo XIX. Escrita por Carlos Jiménez y Daniel Migueláñez, esta obra ha sido dirigida por la también actriz Elisa Marinas. Además, cuentan con un reparto consolidado, formado por Beatriz Carvajal, Federico Aguado, Javier Lago, David Saraiva y los propios Marinas y Migueláñez. De igual manera, la pieza teatral goza de música en directo, de la mano del pianista Álvaro Baños. Estuvo disponible en el Teatro Fernán Gómez del 28 de octubre al 1 de noviembre de 2020.
Título: Noche de difuntos Título original: Noche de difuntos
Reparto: Beatriz Carvajal (La Muerte) Federico Aguado Javier Lago Elisa Marinas Daniel Migueláñez David Saraiva Álvaro Baños
Duración: 90 min. apróx. Dirección: Elisa Marinas Dramaturgia: Carlos Jiménez y Daniel Migueláñez Diseño de iluminación: F.J. Sarrión Mora
Espacio sonoro: Álvaro Baños
Vestuario: Teatro Español y Arte-factor
Escenografía: Teatro Fernán Gómez y Arte-factor Audiovisuales: Nacho Chueca (Lipssync Medialab) Fotografía: Aitana Jiménez Maquillaje y caracterización: Javier Carrasco Utilería: Morboria Teatro Ayudante de producción: Berta Hernández Huertas Producción ejecutiva: Pepe Claudio Producción: Teatro Fernán Gómez y Arte-factor
Tráiler de 'Noche de difuntos'
Sinopsis de 'Noche de difuntos'
La acción se desarrolla en el inframundo en el que reina el personaje de La Muerte. Hasta allí, de tiempo en tiempo, llega Caronte con la remesa de los fallecidos. La llegada de Zorrilla supone el arranque de la función. Su encuentro con Bécquer, Larra o Espronceda desencadena el nudo dramático de esta obra, en la que aparece como trasfondo el movimiento literario del romanticismo y la influencia del avance del liberalismo en el panorama político español del siglo XIX. Integrado en la trama, aparece el metateatro con referencia a obras como El Estudiante de Salamanca, Don Álvaro o la Fuerza del Sino, o La leyenda del Miserere.
La Muerte se convierte en la protagonista de esta especial Noche de difuntos. (TEATRO FERNÁN GÓMEZ).
Homenaje a la literatura española
La muerte es uno de los temas recurrente en el mundo de la cultura, prueba de ello son los distintos proyectos que se han hecho en torno a ella. Sin embargo, Noche de difuntos se desmarca, escogiendo una concepción distinta y una dramaturgia que sorprende. A pesar de hablarse de lo que supone el final de la vida y lo que podría ser lo que viene después, la realidad es que lo envuelve en una reflexión sobre cómo lo expresa cada persona. En concreto, se escogen distintos autores de la literatura española, que dieron sus visiones y dejaron constancia de ello en sus escritos, ya fuera de forma directa o indirecta. Por lo cual, es una reunión entre intelectuales, en los que fluye esa romántica expresividad, pero también aquello que marcó sus estilos artísticos.
Indudablemente, esa dramaturgia literaria se combina a la perfección con una buena disposición donde se mezclan los pasajes de obras muy conocidas por el público, con diálogos que son verdaderamente eficaces. Además, se une un humor certero, que da vida a la pieza teatral y sirve como cohesión entre los distintos homenajes que se realizan a cada uno de los autores. Asimismo, la muerte cobra un significado alejado de una visión negativa, pero tampoco se edulcora cayendo en un positivismo exacerbado. Por ende, la propuesta navega por la introspección, pero, en especial, invita a los espectadores a unirse a esa conversación literaria tan cercana, cotidiana, como paranormal. En concreto, aterriza de lleno en el romanticismo del siglo XIX español, también debatiendo con maestría el contexto sociocultural de la época, llevándolo a un ambiente totalmente actual.
El respeto interpretativo
Beatriz Carvajal es la maestra de ceremonias de esta velada tan singular. Desde el principio, la actriz deja salir esta templanza magnánima, que la combina a la perfección con una fuerza escénica que llega a los espectadores. Por lo cual, su naturalidad en el escenario se hace patente desde el principio, aunque no está todo lo aprovechada que pudiera. Aun así, como nexo de unión entre las distintas partes que se van unificando es perfecta, dado que su expresividad se encuentra en una ternura maternal que se sublima con el resto de sus compañeros. Algo parecido ocurre con Elisa Marinas, la cual aparece en varias ocasiones, pero su interpretación se siente como efímera. Tiene esa suavidad energética, pero no se extiende en el tiempo. A pesar de ello, como se suele decir, bueno y breve, dos veces bueno.
Por otro lado, completando el reparto de Noche de difuntos, Federico Aguado tiene esa personalidad arrolladora, que pisa fuerte y activa un atractivo singular. El público simpatiza con su socarronería, dado que le da ese toque macarra a las distintas escenas en las que participa. Después, Javier Lago también regala una interpretación acorde a la de sus compañeros, con una vitalidad que se promueve en su lenguaje no expresivo y en una perfecta dicción. Por su parte, Daniel Migueláñez aborda su trabajo sobre las tablas desde una forma más sutil, menos temperamental, dejando salir una sensación más íntima. Por último, David Saraiva realiza un buen acompañamiento, con un talante notable. En conjunto, todos los actores consiguen su cometido: acercar la poesía al espectador, de una manera tan orgánica como efectiva.
El inframundo y el café
A parte del elenco, también se sube al escenario Álvaro Baños, pianista de Noche de difuntos. Su trabajo es fundamental para que toda esa musicalidad se efectúe elegantemente y con un dinamismo óptimo. Por este motivo, su espacio se asume como parte de la puesta en escena. Después, la propuesta escénica es sobria y no busca un histrionismo visual gótico ni rocambolesco. Se mueve más hacia una construcción agradable, pintoresca y sumida en colores que inspiren cierta paz y tranquilidad. Asimismo, han sabido dividir el espacio en tres secciones marcadas, lo que permite ordenar y llevar la mirada del público hacia donde se quiere en todo momento. Es importante, para evitar distracciones que afecten a la obra y así disfrutarla en su esplendor. Lo único, se deberían utilizar más los fuera de escena.
Mientras que el vestuario refleja muy bien la caracterización histórica de los personajes que pisan el escenario, en el caso de La Muerte se opta por un diseño más minimalista, dejando los añadidos fuera. Incluso, el uso del blanco tiene su razón, algo que se comprende durante el primer monólogo de este personaje. También se cuidan los símbolos, desarrollando la idea de tránsito, con pequeños objetos que son una perfecta metáfora visual. Así, consigue dejar el misticismo que envuelve la muerte y sus condiciones. El ritmo es enérgico, en ningún momento se percibe que mengue la calidad con la que se afronta desde el principio. Con lo cual, el espectador acaba sumido en toda esa vorágine cultural, siendo un total regalo ante sus ojos. Para terminar, el uso de los efectos digitales y audiovisuales de proyección son interesantes, sobre todo porque se unifican al propio contexto presencial y confluyen simbióticamente.
Conclusión
Noche de difuntoses un homenaje exquisito del romanticismo español, con una dramaturgia totalmente favorable, humorística y orgánica. Desde el principio se puede ver esa maestría para crear de la poesía una obra en sí misma, que conecta fácilmente con el espectador. El elenco actoral está fabuloso, que, acompañado junto a un Álvaro Baños en directo, da un poderío artístico potente. Asimismo, la puesta en escena es elegante, combinando los pequeños detalles, con las metáforas visuales que surgen alrededor. El uso del audiovisual se empasta con la propuesta presencial, algo que hace que ambas se mezclen en una formación simbiótica, brillando juntas. Una velada muy especial que impregna de honores a la literatura española y se consolida como una obra imprescindible.
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