El discurso de aceptación del Óscar 2021 a mejor película extranjera de Thomas Vintenberg por Otra ronda fue desgarrador. No por dedicarle la cinta a su malograda hija, sino por hablar de su terrible pérdida con una enorme aceptación que hace entrecortar la respiración. Es muy sorprendente la capacidad de Vintenberg para hablar de forma muy directa sobre los temas humanos más oscuros, por los que todos pasamos de soslayo. Esa tendencia a poner el dedo en la llaga, valga La Caza (2012) como ejemplo sublime, inunda su cine.
Es un maestro en hacer del arte un espejo para el público, que revela nuestras pulsiones, secretos e intimidades inconfesables. Lo interesante de terminar una película sobre el poder destructor del alcohol poniendo a sus protagonistas a bailar, borrachos como Las Grecas, para honrar la memoria de su mejor amigo, muerto por el alcohol, es que eso sitúa inevitablemente en un lugar muy incómodo al espectador. No hay asidero. Se queda uno huérfano. O más bien huérfilo (luego retomaremos esto). Puedes leer AQUí otra crítica realizada por Cinemagavia de esta película.
Crítica de ‘Otra Ronda'
Resumen
Ficha Técnica
Título: Otra Ronda
Título original: Druk
Reparto:
Mads Mikkelsen (Martin)
Thomas Bo Larsen (Tommy)
Magnus Millang (Nikolaj)
Lars Ranthe (Peter)
Maria Bonnevie (Anika)
Año: 2020
Duración: 116 min.
País: Dinamarca
Director: Thomas Vinterberg
Guion: Tobias Lindholm, Thomas Vinterberg
Fotografía: Sturla Brandth Grøvlen
Productora: Zentropa Productions, Topkapi Films
Género: Drama. Alcoholismo
Distribuidor: Bteam Pictures
Tráiler de ‘Otra Ronda'
Sinopsis de ‘Otra Ronda'
Existe la teoría de que deberíamos nacer con una pequeña cantidad de alcohol en nuestra sangre, y que una ligera embriaguez abre nuestras mentes al mundo que nos rodea, disminuyendo nuestros problemas y aumentando nuestra creatividad.
Animados por esa teoría, Martin y tres de sus amigos, todos ellos cansados profesores de secundaria, se embarcan en un experimento para mantener un nivel constante de intoxicación etílica a lo largo de su jornada laboral. Si Churchill ganó la II Guerra Mundial aturdido por el alcohol, ¿Quién sabe lo que unos pocos tragos podrían hacer por ellos y sus alumnos? (BTEAM PICTURES)
Premios
- Premios Oscar 2020: Nominada a mejor director y mejor película internacional
- Globos de Oro 2020: Nominada a mejor película de habla no inglesa
- Premios BAFTA 2020: 4 nominaciones, incluyendo mejor director y actor (Mikkelsen)
- Premios del Cine Europeo 2020: Mejor película, dirección, actor (Mikkelsen), guion
- Festival de San Sebastián 2020: Mejor actor y Premio Feroz de la crítica
Dónde se puede ver la película
Tarantino y la empatía
Se parece a la gestión de la empatía del sádico tenesiano de Quentin Tarantino. Sádico no porque parezca el retratista del barbero sangrador de la prisión de Estremera, sino por su cruel manera de incomodarnos a través de las decisiones de nuestros –sus- héroes. Quizá el mejor momento de Los odiosos ocho (2015) es cuando el personaje de Bruce Dern, atención destripe, muere. Un capitán de La Confederación de edad provecta, general o comandante, o vaya usted a saber, que, si bien no se muestra como un abuelito afectuoso, mantiene bastante bien el protocolo e incluso el respeto. Vale que es un supremacista racial, esclavista y secesionista, pero la guerra acabó hace años… ¿Quién se acuerda ya? Es un poco cascarrabias, eso sí. Pero, ¿Quién no lo sería con ochenta y pico años? Vamos, que nos cae bien el hombre porque es un abuelo indefenso.
Por su parte, el personaje de Samuel L. Jackson, valga la redundancia, parece el único verdadero acreedor de cierta admiración y prestigio, presumiendo de su carta con la rúbrica HL, todo un héroe de guerra. Ha ganado su bando, luchando en nombre de una causa justa. Y encima es negro en los Estados Unidos del siglo XIX. Pero, por encima de todo, lo cierto es que es el único badass auténtico de la película, lo cual ayuda bastante a inclinar la balanza de nuestra aprobación. Si el abuelo nos caía bien, este ya es nuestro mejor amigo. Pues Quentin decide que Samuel L. Jackson será quien acabe con la vida del abuelo indefenso. Y no solo eso, su muerte va ser más que sucia, va a ser pérfida, ruin y humillante.
Es como ver esas imágenes en el apartado de sucesos de los noticieros, un joven pandillero se cuela por la noche en un portal ajeno justo en el momento en que un jubilado vuelve de tirar la basura, en pijama y pantuflas, para practicarle un mataleón y robarle la pensión. Imposible de justificar. ¿Qué puede haber peor que eso? Como me lo cruce por la calle, ¡lo estrangulo! Pero, ¿y si el pandillero fuese nuestro hijo? Algo así, salvando las distancias, pasa en el cine.
Perder el asidero
La parábola del hijo pandillero perdido es pertinente porque, bueno, porque de eso se trata, de perder el centro de gravedad, el firme tronco en el río bravo, el faro de referencia… se entiende. Aunque la Real Academia Española establece la voz huérfano, en su segunda acepción, para referirse a quien ha perdido a un hijo, en 2017 un grupo de padres de la Federación Española de Padres de Niños con Cáncer que habían dejado de ser padres ante la enfermedad, hizo una propuesta para que se incluyera un término único para referirse a su condición, apropiado a la magnitud indescriptible su dolor. Ese término es huérfilo, y la RAE no lo acepta en su diccionario, pero sí lo contempla en su Observatorio de Palabras.
Thomas Vinterberg, director de la extraordinaria Otra ronda (2020), es un padre huérfilo. Ida Vintenberg tenía 19 años cuando perdió la vida en una autopista belga, el 4 de mayo de 2019. Un desconocido echó un vistazo a su teléfono mientras conducía. “Es un monumento para mi hija”, proclamó el danés en la ceremonia de los premios Óscar de 2021, tras ganar en la categoría de mejor película internacional. El rodaje de Otra ronda dio comienzo el 8 de mayo de 2019, cuatro días después del accidente.
Parental Advisory: el alcohol funciona
Y así, en honor al asidero que acababa de perder, Vintenberg perpetró una película acerca de cuatro amigos de mediana edad, profesores de instituto que, a modo de broma interna pero tratando de demostrar algo, toman la decisión de perder el control. A través del alcohol. Parece que la autodestrucción arbitraria es la única parcela de autoridad que le queda a aquel que comprende su condición de pusilánime. Su teoría, empleada como justificación moral y social, es más que razonable: una pequeña dosis de alcohol, controlada, te desinhibe lo suficiente para recobrar la seguridad en ti mismo, y así harás aflorar tu mejor versión. Y lo cierto es que así es.
Es decir, sin ser una película que incite al alcoholismo, es verdad que uno sale de la sala con una sed inesperada, dispuesto a darle otra oportunidad al whisky con agua, la verdad es que les sale todo bastante bien, consiguen sus objetivos y mejora mucho su autoestima.
Es una idea que se mantiene a lo largo de Otra ronda, contrariamente a lo que pueda parecer. A pesar de que el alcohol arruina el matrimonio de algunos de ellos, no se puede decir que antes estuvieran mucho mejor. Y es verdad que protagonizan algunas escenas bochornosas, patéticas en el mejor de los casos –uno de ellos se mea encima mientras duerme, manchando también de orín a su niño-. Sin embargo, la filosofía de Otra ronda parece ser: efectivamente, el alcohol te va a ayudar a alcanzar tus objetivos, la forma de conseguirlos probablemente será lamentable, pero lo conseguirás.
No fue un accidente
Pensemos en la muerte final del personaje de Thomas Bo Larsen. No da la impresión de ser un accidente en absoluto –el hombre se cae de la barca en medio de un lago, completamente ebrio-. A lo largo de la película es el único que no parece estar encontrando la felicidad a través del alcohol. Solo parece completo cuando está con sus amigos cincuentones tomando salvajemente. Es el único que no tiene familia, y no parece satisfecho con su puesto de profesor de educación física. Tiene el rostro de alguien que no se soporta. La teoría que sostengo es que el pobre diablo había decidido quitarse la vida tiempo atrás, pero no había hallado las agallas necesarias. Agallas que el alcohol sí pudo proporcionarle. Y ahí están sus mejores amigos para celebrar su triunfo.
Bien, ¿Qué otra película habla de, básicamente, lo mismo? Quienes sepan leer, ya lo sabrán.
El elefantito beodo
Dumbo (1941) fue la película con la que Disney intentó recuperar la sangría de dinero que había perdido con Fantasía (1940), con una historia menos arriesgada en la que poder abaratar costes de producción; sin ir más lejos, la cinta tan solo dura 64 minutos. Para quien no se acuerde bien, Dumbo es un elefantito con el que la cigüeña obsequia a la elefanta estrella de un circo de Florida. El pequeño Dumbo tiene unos orejones con los que puede abrigarse si tiene frío, de hecho, lo hace, motivo por el cual el público, los trabajadores del circo y el resto de animales se mofan despiadadamente de él. Le hacen bullying, para entendernos. Es en una de estas ocasiones, cuando su madre elefanta es testigo del maltrato y salta en su defensa, armando la marimorena. Ello desemboca en su encarcelamiento y es aislada de Dumbo.
De nuevo el tema de la orfandad y el asidero perdido. Dumbo –deformación de dumb, tonto en inglés. Dumbo en español sería algo parecido a Tontito. Yo personalmente añadiría Anémico- se ve obligado a enfrentar, sin su madre, las zancadillas y mofas de un mundo que le es fundamentalmente hostil. Entonces es Timoteo, el ratón con uniforme de botones del hotel Wellington de Madrid, el mejor amigo y mentor de Dumbo, el que empieza a tirar de él, literalmente, le va tirando de la trompa. Los dos acaban tropezando contra un balde de agua en que se había vertido champán, y por supuesto se echan un par de buenas copas.
Después de la famosa secuencia del viajazo de Dumbo, con el desfile de elefantes rosas que dibujó Dalí, el simpático elefantito y Timoteo despiertan tendidos en la rama de un árbol altísimo. Dumbo ha llegado hasta allí volando con sus orejones. Volando borracho.
Dumbo va a rehabilitación
A partir de ahí, el elefantito tendrá que superar sus miedos y su falta de autoestima por sí mismo, tendrá adquirir la seguridad suficiente que le haga volar sin necesidad de estar bajo los efectos del alcohol. Es una metáfora bastante evidente del alcoholismo juvenil, y más en jóvenes sin padres de zonas marginales, como las periferias en que se suelen emplazar los circos, pues recordemos que, momentos antes de pillarse la cogorza del siglo, Dumbo está llorando. Pero la lección más interesante es que, nuevamente, sí, un sí rotundo, el alcohol ayuda a conquistar nuestros sueños y anhelos. Más que eso, saca de nosotros habilidades y capacidades de las que ni éramos conscientes.
Por supuesto, hablamos de una película de Disney de hace ochenta años. Mientras que en Otra ronda los protagonistas acaso parecieran no redimirse ni arrepentirse, el pequeño Dumbo encuentra dentro de sí la fuerza que le permita no volver a alcoholizarse para lograr alzar el vuelo. Otros grandes filmes sobre el alcoholismo como Días de vino y rosas (1962), o Días sin huella (1945), solo retratan el tormento, la desazón y el remordimiento del pecador, bebiendo siempre para aplacar sus ansias, nunca por regocijo.
Conclusión de 'Otra ronda'
Es por eso que, en conclusión, podemos establecer la siguiente afirmación: como el que retorna al hogar tras un largo viaje hace con Ulises, o como el filósofo existencialista Albert Camus hizo con Sísifo, Otra ronda eleva a Dumbo a la categoría de mito.
Reportaje de Otra ronda en Días de Cine TVE
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