"Robots": La especulación de la pandemia

En pleno confinamiento, Enrique Gálvez, banquero del Banco Futuro, averigua que está en la lista de posibles imputados por una operación corrupta del banco. No puede creer en la posibilidad de ir a la cárcel: solo hizo lo que quería la presidenta del banco, Carmen Dávila, quien está buscando una cabeza de turco.

Cuando más desesperado está, recibe la llamada providencial de Silvia Becerra, una científica activista y cooperante en varias fundaciones que quiere llevar a España cuatro robots de tecnología americana para hacer tests PCR mucho más rápido, pero cuestan 4 millones de euros y están en China.

La pandemia lo ha cambiado todo y las trabas burocráticas y logísticas ponen en peligro la llegada de los robots a España. Enrique pide ayuda a Roberto Maldonado, un político amargado por haber sido relegado por su propio partido a un cargo intermedio en un ministerio secundario como el de Sanidad. Maldonado cree que los robots pueden relanzar su carrera.

Robots es un thriller que fusiona el lenguaje teatral con el lenguaje cinematográfico. (TEATROS DEL CANAL). 

La bola se hace grande

Parece que atrás ha quedado la pandemia, pareciendo que fue en otra época cuando sucedió la crisis de la COVID-19. Sin embargo, a través del arte, se plantean reflexiones y dilemas surgidos a partir de lo que significó este hecho histórico en la sociedad. Fernando Ramírez Baeza toma un camino algo distinto, distanciándose de lo meramente personal o emocional para zambullirse en un relato más cercano a la acción y al suspense. Por tanto, Robots plantea una idea muy interesante, donde su principal baza se halla en la capacidad de entretejer una tela de araña de traiciones y conspiraciones que mantiene atento al espectador ante lo que ve sobre la escena.

Sin embargo, la primera parte se hace algo más densa, al apostar por una presentación exhaustiva tanto de sus personajes como de sus respectivos contextos. En consecuencia, tarda en arrancar y dar vida al avispero. Después, el laberinto de intereses va generando un retrato certero de lo que puede ser la política en la actualidad, siendo una crítica mordaz hacia ella. Asimismo, se introducen personajes carismáticos que logran enganchar a los asistentes. No obstante, el exceso de explicación y de escenas, hace que el relato termine por extenderse en demasía. Con lo cual, todo el material que hay entre sus manos se diluye y le pasa factura, al no lograr causar el mismo efecto al perderse entre tanto detalle que no es necesario.

Entre conspiraciones y planes

Un reparto numeroso se sube al escenario de Robots, formando un equipo sólido, sobre todo, en los papeles principales. En primer lugar, Juanjo Artero se embulle en pura dinamita, una fuerza arrolladora que invade a su personaje de inicio a fin. Se agradecen este tipo de personajes tan viscerales y que causan un efecto dicotómico entre la animadversión y la fascinación. Maravilloso. Ana Turpin aborda desde una naturalidad muy orgánica, que le permite realizar ese juego de apariencias. Gracias a ello, se ve una energía en la que se siente cómoda y con la que consigue dar total verosimilitud a su trabajo sobre la escena. Por su lado, Iker Lastra, sabe convertirse en un buen punto de unión. Su labor interpretativa es potente y eso le permite quedarse en la retina del espectador.

María Asensio apuesta por un trabajo más tenue, que no sienta del todo bien a su personaje, en especial, por la concepción que tiene. Se puede echar en falta más dinamismo, más fuerza, quedándose algo más en el fondo. Aun así, en las últimas escenas, consigue destacar en el montaje. Luego, Alejandra Prieto se entrega a la obra, con una actuación soberbia, conociendo los puntos fuertes que hay en su personaje. De esta manera, lo explota al máximo y aprovecha en todo momento para catapultarlo. Abraham Arenas y Arantxa Sanchís interpretan con soltura y con personalidad, sobre todo Arenas que acaba por poner los focos en su trabajo. Por último, Jesús Redondo pone la guinda al pastel con un buen acompañamiento escénico, siendo muy generoso con el resto del elenco.

¿Una serie de televisión?

Una de las particularidades de Robots es la propuesta escénica que plantea desde el primer minuto. Más cercano a la concepción cinematográfica del espacio, la escenografía es visualmente muy atractiva y fabrica una estética muy particular que sienta bien al montaje. Los colores y las luces utilizadas son una auténtica delicia, siendo un auténtico despliegue tecnológico que indica las grandes posibilidades que se despliegan en el montaje y lo interesante que es la combinación de lo teatral y lo audiovisual. Tal vez, los créditos iniciales llegan algo tarde, rompiendo con la atmósfera que se formula. Aun así, en su conjunto, el elemento audiovisual es todo un acierto.

El vestuario es otro de los puntos a destacar, viéndose muy buenos símbolos, como el tacón. También se valora la forma de dibujar los espacios y el movimiento, apostando por una propuesta que está en continúo cambio. Sin embargo, el problema se halla en el planteamiento del montaje y en la ralentización notoria del ritmo. Todo este despliegue se ve afectado al percibirse con menor potencia de la que en verdad tiene. Por este motivo, se puede llegar a ver algún aspecto llamativo como reiterativo. El montaje debe concentrar la acción y evitar una estructura que podría busca ese estilo más televisivo, pero que en teatro no acaba de funcionar. Por lo que, si se puliera y se eligiera bien cada pasaje, podría calar más. Para terminar, pequeña mención al mensaje final, que chirría algo con el desarrollo principal de la obra.

Conclusión

Robots es un retrato de la pandemia desde una vertiente más crítica y centrada en el suspense y en el laberinto de intereses. Por tanto, el libreto goza de una idea muy interesante, que logra varios puntos de calidad, pero falla en una extensión que ralentiza el ritmo y diluye el efecto del relato. El elenco consigue un trabajo bien equilibrado, con fuerza, destacando unos estupendos Juanjo Artero, Ana Turpín, Iker Lastra y Abraham Arenas. La propuesta escénica es visualmente muy atractiva, una muestra de lo bien combinados que pueden estar el audiovisual y lo teatral. Sin embargo, flaquea en ritmo y en la ausencia de concentrar su potencial en una propuesta más dinámica. Una vista atrás de la crisis sanitaria, donde se pone sobre la mesa el abuso de poder y la cadena de los intereses de una forma correcta.

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