Max Currie es el rostro detrás del éxito de Rurangi, una película que narra el regreso de un hombre trans a su pueblo de origen, tras 10 años de ausencia. Este film se convirtió en todo un fenómeno en Nueva Zelanda, su país de producción, lo que conllevó a emitirse la serie original homónima de 5 episodios en plataformas como Hulu. Asimismo, ha obtenido diversos premios en diferentes certámenes, incluyendo el Premio del Público en el Frameline San Francisco International LGBTQ Film Festival y el Premio del Jurado a Mejor película internacional en el Festival de Cine Queer de Melbourne. Madrid acoge esta película dentro de la Sección Oficial del Festival LesGaiCineMad 2021, donde opta al Gran Premio del Festival.
Reparto: Elz Carrad (Caz Davis) Arlo Green (Jem) Awhina-Rose Ashby (Anahera) Kirk Torrance (Gerald Davis) Ramon Te Wake (Ellie)
Año: 2020 Duración: 87 min País: Nueva Zelanda Dirección: Max Currie Guion: Cole Meyers y Olivier Page Música: Lachlan Anderson Fotografía: Johannes Louis Género: Drama Distribución: Hulu
Ruranginos presenta cómo después de huir de la ciudad tras una década, el activista transgénero Caz Davis regresa a la remota comunidad lechera de Rurangi, dividida políticamente, con la esperanza de volver a conectarse con su padre separado, del cual no ha tenido noticias desde antes de su transición. (LESGAICINEMAD 2021).
Los hombres trans son hombres
Desgraciadamente, la visibilidad del colectivo transexual no es tan amplia como debiera ser, lo que provoca que haya una demanda mayor de presencia en el panorama cultural. Asimismo, dentro del colectivo trans, los hombres transgénero no suelen estar representados en la gran pantalla. Por es razón, se aprecia a grandes niveles que Cole Meyers y Oliver Page realicen un relato donde el principal protagonista sea un hombre trans. Gracias a ello, se propone la visión de una realidad que no es tan habitual, permitiendo exponer el camino vital y la transición personal que vive. De esta forma, se completa con una regresión hacia su lugar de origen, siendo un encuentro con aquel mundo que dejó atrás para poder seguir viviendo. Ese impacto entre el ayer y el hoy es lo que deja una sensación constante de interés y de frescura.
La combinación entre lo activista y gritar a favor del colectivo trans con la faceta de arreglar cuentas pendientes encuentran su equilibrio en todo momento. Además, Rurangi ofrece escenas en las que la comedia y la tragedia se fusionan, para otorgar un ritmo diferente a la historia. Por tanto, el guion bebe de esos films que exploran el significado de volver al hogar tras haber alcanzado una metamorfosis completa. En este caso, se debe a una cuestión de género, pero no deja de ser una búsqueda por encontrarse a sí mismo. A pesar de ser un estilo ya conocido, los guionistas han sabido darle una perspectiva de masculinidad, de sexualidad y social que eleva la calidad del film. El final es el perfecto engranaje como la serie de televisión original que había, previo a este largometraje, aunque como film independiente podría haberse dejado demasiado abierto.
El golpe de realidad
Elz Carrad es el encargado de liderar Rurangi, metiéndose en la piel de Caz Davis. El actor ofrece una interpretación llena de realismo y humanidad, donde es imposible no empatizar con él. Dentro de esa frustración interna, se presentan distintas pinceladas de luminosidad, que Carrad transmite a la perfección. Igualmente, enfrentar a este personaje desde la sinceridad y la verdad, permite que salga de arquetipos ya manidos, para darle su propio sello de identidad. Con lo cual, fluye a lo largo del film, mimetizándose hasta el final en Caz Davis. Una elección perfecta. Otro descubrimiento es Awhina-Rose Ashby, quien se convierte en el perfecto alivio cómico, con una actuación fresca e hilarante. Además, lo acompaña con pequeñas dosis de una expresividad más pausada y personal. Así, no se limita a divertir a la audiencia, sino también tender puentes en los que haya una complicidad empática.
Kirk Torrance da vida a Gerald Davis, el padre de Caz, con una labor más constante en su ejecución. Se observa una química bien definida con el resto de sus compañeros, pero no se ven distintas perspectivas de su trabajo. Por tanto, hay una imagen fija de ese carácter más fuerte, construido en un lenguaje no verbal lleno de poderío. No sucede lo mismo con Arlo Green, el cual realiza una interpretación que se aleja de una masculinidad prototípica, para dotarlo de una humanidad espléndida. De igual manera, destaca un brillo tierno que adorna la forma de transmitir con el rostro, algo que juega a su favor a nivel actoral. Por último, subrayar la labor de la cantante Ramon Te Wake, que se transforma en la incansable Ellie. A pesar de ser un papel más secundario, lo exprime al máximo y el espectador se queda en la retina con ella.
Los orígenes
Definir el estilo de Rurangi no es complicado, pero tampoco es una película estándar sin identidad. Max Currie ha sabido fabricar una personalidad en torno a la imagen del pueblo de origen de su protagonista. Por lo que, en especial, el trabajo de la dirección de arte es sobresaliente. El espectador es capaz de trasladarse a las calles de Rurangi, así como a sus granjas y a su ambiente rural. Asimismo, durante el recorrido vital de Caz, también se han seleccionado localizaciones perfectas para escenificar ese mundo urbano y moderno, que contrasta con su procedencia. Por este motivo, se aprecia muy positivamente esta construcción visual. También hay que valorar el trabajo del colorista, quien se mueve en unas tonalidades frías, moviéndose hacia una calidez suave, que se transfiere en la gama natural del propio campo.
Por otro lado, la dirección de fotografía obtiene unos encuadres interesantes, que plantean esa dicotomía entre el espacio y su significado, convirtiendo al propio Rurangi en un personaje más. Así, elabora una línea narrativa a través de la imagen, que permite que el guion también se pueda apoyar en ella. Después, el montaje se realiza con un ritmo dinámico, en el que hay puntos de máxima potencia, que permiten no estancarse en una propuesta excesivamente constante. Por tanto, activan y reactivan la energía del film en estas escenas cumbre. Aun así, hay momentos en los que se crea cierta confusión en la exposición entre presente y pasado, lo que podría afinarse más para evitar conflicto. En resumen, el film saca provecho de su potencial, agarrándose, sobre todo, a la fuerza del contexto rural en el que se presenta.
Conclusión
Rurangi es una vuelta al pasado, donde se reivindica la importancia de la visibilidad de la transexualidad masculina y la reconciliación con el ayer. Gracias a esta exposición humana, se proyecta un guion en el que el pueblo toma protagonismo, ofreciendo matices en torno al género, sexualidad y sociedad que elevan el resultado del film. Por otro lado, el reparto está inmenso, en especial, Elz Carrad, que pone toda la carne en el asador. Asimismo, el trabajo de la dirección de arte es impoluto, con una selección de localizaciones extraordinarias. Además, la fotografía y el montaje consolidan la personalidad del propio film. La confrontación con el dolor como proceso de la mediación entre los dos mundos de una misma persona.