El pasado 30 de agosto, el Teatro Lara estrenó la segunda temporada de Baldosas amarillas, obra escrita por Sandra Pedraz Decker. Dirigida por Ramón Paso, este montaje renueva de reparto, contando con Ángela Peirat, Inés Kerzan, Ana Azorín, Jordi Millán, Guillermo López-Acosta, Cheyenne Grau, Mireia Zalve, Janire Ruiz y Alicia Rueda. Además, la pieza teatral se apoya en la influencia de "El maravilloso mago de Oz", de L. Frank Baum, dándole una vuelta de tuerca oscura. Se puede disfrutar todos los martes hasta el 1 de noviembre de 2022 en el Teatro Lara.
Duración: 80 min. apróx. Dirección: Ramón Paso Dramaturgia: Sandra Pedraz Decker Dirección de producción: Inés Kerzan
Diseño de iluminación: Carlos Alzueta
Espacio escénico: Ramón Paso
Vestuario: Ángela Peirat y Sandra Pedraz Decker
Fotografía: Ramón Paso
Diseño gráfico: Ana Azorín
Prensa y comunicación: María Díaz
Ayudante de dirección: Ainhoa Quintana
Ayudante de producción: Sandra Pedraz Decker Producción: PasoAzorín Teatro
Sinopsis de 'Baldosas amarillas'
¿Qué pasa cuando el enemigo está en tu interior?
Baldosas amarillas es una obra que nos sumerge en un mundo que mezcla cuento – El Mago de Oz – y realidad – el centro de desintoxicación al que van a parar nuestros personajes. Así, Dorothy, la dulce niña que fue arrancada de su plácida existencia por un ciclón, es, a su vez, Alba, una prostituta de lujo enganchada a la cocaína que acaba en el centro obligada por un juez.
Tendrán que dejar de mentir, ser valientes y enfrentarse a lo que más temen: ellos mismos. Y, al contrario que en los cuentos, en la realidad los finales no tienen por qué ser felices… ¿o puede ser que sí? (TEATRO LARA).
Las drogas y la oscuridad
La segunda temporada de Baldosas amarillas mantiene el texto de Sandra Pedraz Decker, quién obtuvo un gran éxito durante la programación 2021-2022 del Teatro Lara. Esta historia navega por una transformación de la idílica imagen que se tiene de “El maravilloso mago de Oz” ante una reflexión sobre el viaje vital que se realiza en el mundo de las drogas, las adicciones y las enfermedades mentales. En esta ocasión, se percibe de una forma más directa la necesidad de aceptar la enfermedad y hacerla frente desde la intención de mejorar y no querer acabar siendo víctimas mortales de ellos mismos. Gracias a ello, se crea un retrato importante de abordar, sin intención de edulcorarlo, poniendo tras ellos distintos contextos que dan riqueza a cada uno de los personajes. Por lo cual, hay que aplaudir que se apoye en estos matices.
La comedia negra sigue estando presente, aunque, esta vez, se siente menos que en las anteriores ocasiones que se han podido disfrutar de ella. A pesar de ello, la crudeza con la que se mastican algunas de las situaciones que se exponen sobre las tablas, elevan la calidad del libreto. Asimismo, la incomodidad en torno a una de las enfermedades realmente delicadas que se plantean sigue estando presente, con la misma valentía e inteligencia emocional, sin omitir detalle. No obstante, son impactantes las escenas que se pueden ver ante los espectadores, quiénes podrían no comulgar con el retrato que se hace. Al poder disfrutarse una vez más, permite obtener lecturas más profundas sobre el texto. Sin embargo, la culpabilización y la forma de señalar a los adictos como “malas personas” sigue siendo un tema que chirría y desde el punto de vista psicológico debería plantearse de otra manera.
Un elenco más compacto
Una de las novedades de la segunda temporada de Baldosas amarillas es la renovación del elenco actoral. En primer lugar, Inés Kerzan recoge el testigo de Ángela Peirat, aunque hay que aclarar que las dos serán las encargadas de dar vida a Alba, repartiéndose las funciones. Kerzan sorprende en la forma en la que se mete en la piel de esta joven sin un futuro aparente, siendo una propuesta muy distinta a su antecesora, pero igual de efectiva. Así, en su expresividad, se puede sentir esa tristeza y ese dolor interno, compartiendo una interpretación muy intima, sutil y emocional. Después, Ana Azorín se transforma en El Mago, mostrando una fuerza que necesita este personaje, pero, al mismo tiempo, expone esa fragilidad con la que se embadurna. Esa riqueza permite que Azorín sepa utilizarlo a su favor absolutamente.
Jordi Millán ha crecido al máximo nivel en esta obra, ofreciendo una trabajo dramático soberbio. Se come la escena de principio a fin, con una energía esplendorosa, que hace que sea totalmente verosímil toda esa locura que regala ante los asistentes. Deslenguado, juguetón, “sin cerebro”, Millán triunfa en este papel y lo exprime al máximo. Por otro lado, Guillermo López-Acosta desprende una actuación que debería causar simpatía, pero al interpretar a un personaje que provoca una fuerte animadversión, propone esa contradicción, perfecta para la obra. Luego, Cheyenne Grau debuta de una manera estupenda, tiene una energía que encaja a la perfección con su Totó, algo en lo que coincide con Alicia Rueda. Por su parte, Mireia Zalve está extraordinaria, con una soltura y una personalidad muy bien definidas. Un gusto verla sobre la escena. Sin embargo, Janire Ruiz no consigue esa fuerza, quedándose a medio gas.
Camino a la Ciudad Esmeralda
A pesar de beber mucho del montaje original, la segunda temporada de Baldosas amarillas es distinta a lo que ya se pudo ver. Por lo cual, genera interés revisarla con esta nueva propuesta. Lógicamente, hay elementos comunes como la escenografía, la cual es efectiva con el minimalismo y el significado que toman las sillas amarillas alrededor del escenario. Así, mantienen el buen uso del color, que contrasta con la oscuridad de la historia. Asimismo, las referencias al cuento original, como los famosos zapatos de Dorothy, están presentes, aunque con una vuelta de tuerca. Sin embargo, una de las diferencias es cómo el ritmo ha cambiado, yéndose hacia una propuesta más personal y pausada, que a una más enérgica y dinámica. Con lo cual, deja espacio para la reflexión, siendo un cambio de energía que ofrece una perspectiva diferente.
La evolución del montaje se desarrolla paulatinamente, con algunos golpes de efecto, pero como una balada. Así, va engatusando a los espectadores poco a poco. Gracias a ello, se solventa el problema del cambio de ritmo que se podía percibir en su primera temporada, habiendo un progreso ascendente adecuado. En contraposición, como detalle, puede ser que haya perdido algo de esa locura espectacular que sí había en la anterior con la potencia del movimiento y los cuerpos. Aun así, como se ha mencionado anteriormente, es una visión diferente. El vestuario sigue siendo una elección perfecta, sobre todo el que tiene que ver con Alba. Para terminar, como detalle, sigue habiendo sensación de tener dos finales y podría darse más cuerpo a la bajada a los infiernos de forma artística a la parte de El Mago.
Conclusión
La segunda temporada de Baldosas amarillas regresa con un montaje diferente, que apuesta más por darle más importancia a la palabra y a la reflexión. Por lo cual, luce más el texto, además de ofrecer una evolución paulatina y una gestión de las emociones a fuego lento, disfrutándose más. Después, el elenco luce muy bien, hay un trabajo en conjunto muy fluido y en el que se ve una química y sinergia perfectas, destacando a unos estupendos Inés Kerzan, Jordi Millán y Mireia Zalve. La puesta en escena mantiene el buen uso del color, con una visión más elegante y delicada. El camino de las drogas hacia la redención que atrae por su exposición cruda de una realidad que suele querer omitirse.