La pérdida de una persona que queremos nos llena de vacío y desasosiego. En Señora de rojo sobre fondo gris, José Sacristán en la piel de Nicolás, nos enseña con mimo la relación que éste tenía con su mujer, desde que la conoció hasta el último aliento. En 1991 Miguel Delibes volcó en esta obra lo que supuso para él perder a su mujer, Ángeles. No hay un personaje en la obra, es Miguel, es Nicolás, somos todos.
Crítica de 'Señora de rojo sobre fondo gris'
Resumen
Ficha Técnica
Título: Señora de rojo sobre fondo gris
Título original: Señora de rojo sobre fondo gris
Reparto:
José Sacristán (Nicolás)
Mercedes Sampietro (Voz de Ana)
Duración: 85 min
Dirección: Manuel Fuster
Adaptación: José Sámano, José Sacristán e Inés Camiña
Técnico de iluminación y sonido: Manuel Fuster & Jesús Díaz Cortés
Sonido: Mariano García
Diseño de vestuario: Almudena Rodríguez Huerta
Diseño de escenografía: Arturo Martín Burgos
Diseño de iluminación: Manuel Fuster
Directora de producción: Nur Levi
Género: Drama
Productora: Sabre Producciones, Pentación Espectáculos, TalyCual & AGM
Tráiler de 'Señora de rojo sobre fondo gris'
Sinopsis de 'Señora de rojo sobre fondo gris'
Señora de rojo sobre fondo gris se centra en un pintor, con muchos años en el oficio, que lleva tiempo sumido en una crisis creativa. Desde que falleció de forma imprevista su mujer, que era todo para él, prácticamente no ha podido volver a pintar.
Estamos en el verano y otoño de 1975. La hija mayor de ambos está en la cárcel por sus actividades políticas, y es en esas fechas cuando surgen los primeros síntomas de la enfermedad de su madre que la hija vivirá desde dentro de la prisión. Es otro recuerdo permanente en la vida de su padre, que también ahora revive.
Esta obra teatral es el relato de una historia de amor en camino desenfrenado hacia la muerte, que nos sitúa en aquella España con rasgos inequívocos, que nos habla de la felicidad y de su pérdida, y que llega a la intimidad de cada ser humano, y a su emoción, por el camino recto y simple de la verdad.
(TEATRO BELLAS ARTES).
El golpe
La función de Señora de rojo sobre fondo gris es un proyector que pone ante los ojos del espectador momentos álgidos y terribles de su viaje compartido. Todo comenzó con un dolor en el hombro izquierdo, esos dolores que al principio no son nada y después lo son todo. En las historias de amor los pequeños detalles son los que perduran, los que te sacan una sonrisa aún años después. Las ausencias, los dolores, las risas quedan confinados en la memoria que hace las veces de cofre del tesoro, que abres cuando se esfuma la alegría de vivir.
Esas pequeñas cosas
El pintor recuerda como ella corría los botones de las camisas para ajustárselas. Lo explicaba el filósofo Fernando Savater después de la muerte de su pareja Sara “Ya nadie me riñe como lo hacía ella”. Besar su piel muestra es la fría confirmación de que nada volverá a ser como antes. Sacristán aborda los momentos de hospital con frágil entereza, las mentiras piadosas, las llamadas a medianoche que cortan la respiración y esos síntomas escondidos para no preocupar a los suyos. Todo se quiebra cuando Nicolás la mira en el desayuno, su ojo derecho se muestra vivo mientras el izquierdo se muestra inmóvil.
Musa a pesar de todo
Ella es hija de su tiempo, mujer dura, pero de delicada compresión. Está muy pendiente de su obra, coordina y gestiona su trabajo como pintor. Siempre le pregunta: "¿Bajaron los ángeles?". Él le esconde su bloqueo creativo desde que ella está enferma. No existen las musas en plural para Nicolás, sino Ana como la única y más absoluta certeza. La pena bombardeaba al pintor, y las imágenes de Ana se agolpaban entre su cerebro y la copa con la que pretendía olvidarlo todo. Esas margaritas del jardín sobre las que se desmayó la primera vez. Su silueta en el patio de la cárcel, luminosa y radiante aún en esas circunstancias
Conclusión
Igual tenía razón su hija cuando decía que su madre no se merecía acabar mayor y deteriorada. Quizá estaba en lo cierto, pero él tampoco se merecía el castigo de estar solo y ese miedo a continuar que no desaparece nunca. Savater dice que la alegría se reconoce por el sonido que hace al marcharse.