Shayda, es la apuesta como productora de Cate Blanchett, protagonizada por la multipremiada Zar Amir Ebrahimi. La ópera prima de la iraní Noora Niasari, Shayda, está basada en sus propias vivencias durante su infancia en un centro de acogida para mujeres junto a su madre. Ganadora del Premio del Público del Festival de Sundance y candidata australiana a la mejor película internacional en los Premios Óscar 2024, entre muchos otros reconocimientos. Estreno en salas de cine españolas el 28 de junio de 2024.
Crítica de 'Shayda'
Resumen
Ficha Técnica
Título: Shayda
Título original: Shayda
Reparto:
Zar Amir-Ebrahimi (Shayda)
Leah Purcell (Joyce)
Mojean Aria (Farhad)
Jillian Nguyen (Vi)
Selina Zahednia (Mona)
Osamah Sami (Hossein)
Eve Morey (Lara)
Lucinda Armstrong Hall (Renee)
Eloise Gentle (Comprador del centro)
Aurnab As-Saber (Male Onlooker)
Rina Mousavi (Elly)
Shayan Askari (Parviz)
Bev Killick (Cathy)
Año: 2023
Duración: 117 min.
País: Australia
Director: Noora Niasari
Guion: Noora Niasari
Fotografía: Sherwin Akbarzadeh
Música:
Género: Drama. Familia
Distribuidor: Caramel Films España
Tráiler de 'Shayda'
Sinopsis
Shayda, una mujer iraní que vive en Australia, encuentra refugio en un centro de acogida para mujeres maltratadas con su hija Mona de 6 años. Tras huir de su marido, Hossein, y solicitar el divorcio, Shayda lucha por mantener la normalidad para Mona. La nueva situación y el régimen de visitas que la niña está obligada a cumplir con su padre, aumentan la tensión día a día, pero no merman sus ganas de iniciar una nueva vida. (Caramel Films España)
Dónde se puede ver la película en streaming
La huida de Shayda y Mona
La película, ópera prima de Noora Niasari, intenta mostrar lo difícil que es para Shayda (Zar Amir Ebrahimi) equilibrar su angustia con la necesidad de hacer feliz la vida de su hija Mona (Selina Zahednia). Viven en un centro de acogida para mujeres víctimas de violencia de género, incapaces de realizar sus actividades normales, a pesar de ello, ambas reconstruyen poco a poco sus vidas.
Niasari cuenta la historia desde un punto de vista pausado y observacional. Aparece la angustia en los pequeños matices, como cuando Hossein (Osamah Sami) rompe una y otra vez su promesa de llevar a Mona a ver El Rey León. Utiliza la cámara de manera discreta, nunca llama la atención sobre su presencia con planos rebuscados o movimientos innecesarios. La relación de aspecto o ratio cuadrada nos obliga a centrarnos en los rostros de los personajes, para no distraernos con las localizaciones o los fondos.
Incluso una subtrama que parece repetitiva a primera vista (Shayda atrae la atención de un posible pretendiente) consigue evitar el cliché centrándose en su falta de disposición a considerar siquiera la posibilidad de volver a salir con alguien. Niasari en todo momento quiere que prestemos atención a los esfuerzos de su personaje central por alcanzar la estabilidad, tanto por su propio bien como por el de su hija.
Las barreras culturales
Lo que la película también muestra de manera eficaz es el matiz cultural añadido a la historia de Shayda como inmigrante en tierra extranjera. La paranoia de Shayda emana no sólo de su marido, sino de la presión añadida de ser juzgada y cuestionada por su propia comunidad, incluido su familia. Shayda se ve envuelta constantemente en situaciones en las que debe dar explicaciones de por qué abandona al patriarca familiar, y de su deseo de separarse para llevar una vida por libre.
Algunos miembros de su comunidad se niegan a compartir un espacio con ella por su intento de divorcio, mientras que otros intentan ayudar a su marido a recuperar el control sobre ella. La descripción de los factores culturales en el divorcio de Shayda añade otra capa de complejidad y peligro a la historia, además de que nos proporciona una perspectiva adicional a la problemática del maltrato doméstico. La búsqueda de refugio se hace todavía más difícil para las víctimas de malos tratos cuando las barreras culturales les impiden romper con la relación, además de los factores típicos de las relaciones abusivas. Shayda hace un buen retrato de estas realidades.
Magníficas interpretaciones del vínculo madre-hija
El miedo es un sentimiento constante a lo largo de la película, con la madre viviendo en un estado de alerta constante, sufriendo por lo que ha pasado e insegura de todo y de casi todos. Zar Amir-Ebrahimi, que ganó el premio a la mejor actriz en Cannes por Holy Spider, es clave para que Shayda resulte tan creíble y conmovedora. Su interpretación es tan soberbia a través de las miradas, el lenguaje corporal o de sutiles expresiones de incomodidad y desasosiego, que nos transmite autenticidad plena.
A destacar también está la actuación de la pequeña Selina Zahednia, con sus inseguridades y confusiones, y varios pasajes conmovedores como la secuencia del collar. Zahednia es encantadora en su papel de Mona luchando constantemente por entender los problemas de los adultos en los que se ve inmersa. El vínculo madre-hija está en el centro de la trama. Rodeando a las dos están otras mujeres que se encuentran en la misma situación de suspensión y angustia, mostrando que el problema va más allá de cuestiones de región, raza y creencia, y, junto a todas ellas, Joyce (Leah Purcell, La leyenda de Molly Johnson), que ahora se dedica a apoyarlas.
Basada en las experiencias de Noora Niasari
En muchos aspectos, esa niña es la propia Noora Niasari, que ha vivido casi exactamente las mismas circunstancias. Pero la directora aleja la cámara de su propio punto de vista y enfoca la historia a través de las experiencias de su madre. De hecho, Niasari se basó en gran medida en las memorias de su madre para crear el guión. Es un acierto, ya que el mundo de Mona gira en torno a las preocupaciones habituales de un niño pequeño: los cereales del desayuno, los peces de colores y aprender el significado de los objetos necesarios para celebrar el Nowruz, el año nuevo persa, y -lo que es más importante- ver sonreír a su madre cuando recuerda lo que significan.
La película combina secuencias escalofriantes, en las que Hossein se vuelve omnipresente tanto en la mente de Shayda como en la vida real, mientras la persigue sin descanso en un intento desesperado por recuperarla, como si la considerara de su propiedad, con varias secuencias de baile en las que vemos a Shayda y Mona intentando seguir adelante, disfrutar del momento y olvidar su pasado, aunque sólo sea por unos minutos. Es una mezcla conmovedora, que la película mantiene hasta sus momentos finales, cuando vemos cómo se desarrollan los recuerdos de la infancia de Noora Niasari. Cuando aparecen los créditos, Niasari nos muestra imágenes de archivo de 1995, en las que vemos a su verdadera madre sonriendo a la cámara y enseñando a su hija algunos pasos de baile, recordándola, y recordándonos, que la vida siempre encuentra un camino.
Conclusión de 'Shayda'
Las admirables interpretaciones de Zar Amir-Ebrahimi y Selina Zahednia como Shayda y Mona son el núcleo de esta película llena de tensión. En conjunto, Shayda es una experiencia de visionado necesaria y muy instructiva. Es un retrato maravilloso de la cultura persa, de la maternidad y de lo difícil que es decidir a una madre lo mas correcto para su hijo en medio del peligro, el abuso y la culpa. Niasari expresa con eficacia la agonía, el horror y la vulnerabilidad a los que debe enfrentarse una futura madre soltera para liberarse de una vida de malos tratos.
Reportaje de Shayda en Días de Cine TVE
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