Siervos es el segundo largometraje del director eslovaco Ivan Ostrochovsky, presentado en la 70 edición de la Berlinale. La película, que cuenta con una elegante y caligráfica fotografía en blanco y negro, narra la relación entre la iglesia católica y el régimen socialista de Checoslovaquia en los años 80. La coguionista de Ida, cinta similar, pero con protagonista femenina, Rebecca Lenkiewicz, es quien realiza el guion de Siervos.



Crítica de ‘Siervos’

Ficha Técnica

Título: Siervos
Título original: Sluzobnici

Reparto:
Samuel Skyva (Juraj)
Samuel Polakovic (Michal)
Vlad Ivanov (Dr. Ivan)
Vladimír Strnisko (Dean)
Milan Mikulcík (Spiritual)
Tomas Turek (Ductor)

Año: 2020
Duración: 80 min.
País: Eslovaquia
Director: Ivan Ostrochovský
Guion: Rebecca Lenkiewicz, Marek Lescák, Ivan Ostrochovský
Fotografía: Juraj Chlpík (B&W)
Música: Cristian Lolea, Miroslav Toth
Género: Drama. Religión
Distribuidor: Karma Films

FilmAffinity 

IMDb

Tráiler de ‘Siervos’

Sinopsis de ‘Siervos’

Año 1980. Michal y Juraj son estudiantes de Teología en un seminario de Checoslovaquia. Sus tutores, atemorizados con el cierre de la escuela, moldean a los seminaristas para satisfacer las directrices del Partido Comunista.

Bajo estas circunstancias, los jóvenes estudiantes deben decidir entre caer en la tentación y elegir el camino más fácil colaborando con el régimen o, por el contrario, defender sus convicciones y someterse a las presiones de la policía secreta. (KARMA FILMS)

Dónde se puede ver la película



Siervos
Foto distribuida por Karma Films

Socialismo teológico

Michal y Juraj son dos estudiantes de teología que se verán obligados a decidir si mantenerse fieles a sus ideales católicos o adherirse al compromiso entre el clero checoslovaco y el régimen, Pacem in Terris. Una organización reaccionaria e infiltrada en las altas jerarquías del clero, al que podía controlar y manipular con facilidad. El célebre actor rumano Vlad Ivanov se destaca entre el elenco como el Doctor Ivan, quien, a pesar de su intromisión, está siendo desgarrado de adentro hacia afuera mientras una erupción le consume el cuerpo. 

Siervos se estructura como un gran flashback, con escenas que se repiten de forma siniestra una y otra vez. La auscultación con un estetoscopio o el lavado de unos zapatos sucios son escenas que aparecen intercaladas varias veces. Así, el director crea una atmósfera de tensión continua que, junto a la artificiosidad de una música tétrica, consigue que el espectador sienta como propio el miedo de los personajes.

Siervos
Foto distribuida por Karma Films

La imagen

En la misma línea que su predecesora Ida, Siervos sobresale gracias a una luminosa fotografía en blanco y negro y al aspecto que ofrece el formato 4:3. Los efectos espectaculares que logra con la fotografía, y que acentúa con una música glacial y alienante, consiguen que la película se intensifique en clave dramática con rapidez. Su escaso metraje, menos de hora y media, nos recuerda que la incursión del cine en la mística o la espiritualidad no tiene que dar como resultado una obra de tres horas; es más, Ostrochovsky, que parece tomar referencias del cine de Bèla Tarr, realiza una cinta de calidad sin caer en la moda actual de filmar largometrajes larguísimos.

La composición de la imagen de Ostrochovsky alcanza su punto álgido en un breve momento final, que es también el elegido para el cartel de la película, en el que tres de los seminaristas juegan en la nieve bajo un gran monumento de antorchas. Es parte de un monumento en Bulgaria, construido un año después de los hechos narrados. Esta escena onírica llega justo en el momento de desilusión en el que uno de los chicos quema la sábana ensangrentada de su compañero asesinado. Las figuras de estos personajes forman parte de la arquitectura de estilo soviético —celebración del socialismo—, tan severo como decadente, símbolo de un poder que los ha aplastado.

Servants
Foto distribuida por Karma Films

Conclusión

Siervos es una gran obra, puesto que muestra cómo el lenguaje del cine aún es universal. Un aspecto que caracterizó al cine durante mucho tiempo, pero que en este siglo, por desgracia, parece no ser algo fundamental. Aún siendo una película hablada, los diálogos son mínimos, la narración podría comprenderse sin ellos. Ahí radica la magia del séptimo arte.

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