Larry Kramer estrenó el 21 de abril de 1985 "The Normal Heart", basada en su propia vida durante la crisis del VIH y el SIDA durante 1981 y 1984 en Nueva York. Este texto histórico-social llega a la Sala AZarte de mano de El Bucle Teatro, que adapta al español una historia que retrata la lucha activista y las primeras asociaciones LGBTQ+ en la lucha contra el VIH y el SIDA. Además, Un corazón normal cuenta en su reparto con Alejandro Pantany, Ángela Santos, Diego Santo-Tomás, Chema Coloma, Juan Silvestre, Senén Marto, David Simón y Pepe Flores. Es esta etapa en la sala AZarte, la dirección actoral corre a cargo de Tamara Berbés, que antes encarnaba a la Dra. Brooks. Se puede disfrutar los domingos a las 17 horas en la Sala AZarte.
Título: Un corazón normal Título original: The Normal Heart
Reparto: Alejandro Pantany (Ned Weeks) Diego Santo-Tomás (Felix Turner) Ángela Santos (Dra. Emma Brookner) Chema Coloma (Bruce Niels) Juan Silvestre (Mickey Marcus) David Simón (Tommy Boatwright) Senén Marto (Craig Donner / Hiram Keebler / Ben Weeks) Pepe Flores (Ned Weeks / Craig Donner / Hiram Keebler / Ben Weeks)
Duración: 90 min. apróx. Dirección actoral: Patricia Berbés Versión y traducción: Diego Santo-Tomás Dirección: Jesús Amate Autor: Larry Kramer
Producción: Daniel Barragá Producción: El Bucle Teatro
Entrevista al reparto de 'Un corazón normal'
Sinopsis de 'Un corazón normal'
Un corazón normal, la versión española del texto de Larry Kramer. Ambientada en el Nueva York de los años 80, la obra retrata el inicio de la crisis del VIH en la comunidad gay y cómo un grupo de activistas luchan para, a través de una de las primeras asociaciones LGTB, conseguir la ayuda de las instituciones para combatir una enfermedad que, en un primer momento, parecía afectar solo a los homosexuales. (SALA AZARTE).
Levantar la voz
Larry Kramer realizó en 1985 el debut de su obra de teatro, "The Normal Heart", obteniendo un éxito pronunciado entre el público estadounidense. Tras popularizarse en 2014 con el film homónimo de Ryan Murphy, llega a las tablas españolas de mano de Diego Santo-Tomás. En esta ocasión, Un corazón normal respeta absolutamente el texto original, manteniendo los nombres utilizados y el contexto histórico de uno de los episodios más llamativos de la historia contemporánea. A través de una línea temporal perfectamente cronológica, se van desarrollando las consecuencias del nacimiento del SIDA y los estragos que sufrió la comunidad LGBT en los años 80. Asimismo, la dramaturgia denuncia el silencio de las instituciones, a raíz de una discriminación sutil e hipócrita. Por lo cual, muchos asistentes comprueban que, incluso, a día de hoy, sigue siendo un estigma que revuelve al público desde el principio.
Aun así, no se limita a exponer la lucha reivindicativa, sino también a desgranar la evolución de una enfermedad desde el aspecto personal y público. Es más, el mayor fuerte de la obra reside en la composición humana y emocional que va analizando en cada uno de sus personajes. Gracias a ello, se exploran los efectos sentimentales, donde las víctimas dejan de ser tratadas como un número, para ser homenajeadas con la sensibilidad y con la importancia que tienen. Así, las emociones van volando por la sala, algo que demuestra la necesidad de contar historias de este tipo y que se agradece que, inclusive, en producciones de un formato más pequeño se atrevan a alzar la voz. Se puede decir, sin problemas, que la reflexión también se extrapola a la actualidad, donde muchas situaciones que se hablan siguen ocurriendo, o siendo tabú.
Hermanados
La elección actoral que se descubre en Un corazón normal muestra a un grupo de actores que ha afianzado su unión sobre las tablas. Por lo cual, la fluidez entre ellos les permite alimentar su energía entre unos y otros, encumbrando sus interpretaciones, además de menguar aquellos aspectos a pulir. En primer lugar, pronto se conoce al principal protagonista de la obra, Ned Weeks, encarnado por Alejandro Pantany. El actor tiene un carisma magnético, que atrapa al espectador totalmente. Ha adquirido esa irreverencia y pasión de su personaje, que explota en aquellos momentos cumbre. Al mismo tiempo, los equilibra con la fragilidad de su personaje y sabe llevarlo al exterior. Únicamente, esa pasión debe medirla en la dicción. Luego, Ángela Santos ofrece un trabajo interpretativo del que se desprende ternura, sin perder la consistencia que requiere y sacando partido a sus apariciones sobre el escenario.
Diego Santo-Tomás triunfa en el retrato de Felix Turner, sin escatimar en esa actitud rimbombante, no perdiendo el foco y con una actitud verosímil. Así logra que el espectador empatice con su personaje, permitiéndole mostrar la metamorfosis que nace desde su papel. Solamente, se puede mencionar que hay alguna expresión facial que no funciona del todo como debiera. Por su lado, Chema Coloma capta la identidad de su personaje, que se mantiene en una ingenuidad obligada, la cual transmite totalmente hacia el espectador. Aun así, se crece en las escenas de mayor trabajo dramático. Juan Silvestre, por su parte, es pura emoción sobre el escenario, con un temple y una naturalidad exquisitas. Lo mismo sucede con Senén Marto, que, además, muestra una versatilidad interpretativa muy disfrutable. Por último, David Simón comienza en un perfil más ameno, pero culmina con un buen uso del torrente interior que se gesta.
Vuelta a los 80
La nostalgia de los años 80 se ha apoderado de multitud de proyectos artísticos, aunque, en este caso, viene justificado por el contexto socio-histórico. Un corazón normal se ambienta en el comienzo de la lucha contra el SIDA de una comunidad estadounidense. La puesta en escena no sobrecarga el escenario, sino que hace del minimalismo su principal arma para ir viajando a los distintos lugares donde se desarrolla la acción. Por lo cual, la historia no toma un único lugar, sino que el espectador es capaz de completar, gracias a su imaginario, los lugares en los que se recrea. El problema, sin embargo, surge en las transiciones, especificando textualmente el espacio-tiempo, que pueden no fluir como debieran y puede sentirse algo más reiterativo de lo que se espera. Aun así, la sucesión de canciones inolvidables suple ciertamente este efecto en la obra.
A pesar de unas transiciones menos orgánicas, el ritmo y la propia estructura de la obra son muy disfrutables, caminando junto al espectador de una forma totalmente natural y amena. Asimismo, hay que destacar aquellos momentos en los que se cuida la emotividad de lo que se cuenta, ya que no surge desde una gratuidad exacerbada, sino de las propias experiencias vitales que se extraen de relatos de la misma índole. El clímax y la atmósfera que logran crear entre el espacio, la energía y los actores es lo que termina por encandilar a los espectadores. En la dirección artística, el vestuario escenifica perfectamente la etapa histórica que se presenta, donde solamente el movimiento de algunos objetos en escena no encuentran su lugar siempre de la misma manera. Para concluir, el conjunto obtiene una ejecución espléndida, que se basa, sobre todo, en la confección de la emoción visual y energética.
Conclusión
Un corazón normal remueve al espectador por el carácter social y emocional que contiene en su dramaturgia. El texto respeta el original de Larry Kramer, llevando a los asistentes a un viaje por el silencio y la estigmatización, haciendo reflexionar desde la humanidad y cercanía. Asimismo, su mayor fuerte de basa en los sentimientos que afloran, sin perder de vista el carácter reivindicativo de una sociedad aún marcada por el secreto. Por otro lado, el reparto coral conecta con una química palpable, que hace que fluya de una forma satisfactoria. El montaje sabe sacar partido a su carácter minimalista, poniendo el foco en lo visceral. Únicamente, el cambio de escena podría pulirse algo más. Una obra que recuerda la lucha contra el SIDA, desnudando sus orígenes para enfrentarlos a la demonización que todavía sigue latente.
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