El pasado 8 de septiembre se estrenó Dirty Dancing, el musical, una versión del famoso clásico cinematográfico de 1987. Esta historia vuelve a revivir la historia de amor de Baby y Johnny Castle, los cuales llegan tras una gira de éxito en su adaptación española. Así, se celebra una segunda temporada que, tras el éxito de público, prorroga hasta el 11 de diciembre en el Espacio Ibercaja Delicias. Protagonizada por Dani Tatay y Sara Ávila Ramos, se convierte en uno de los estrenos musicales más destacados de la temporada.
Título: Dirty Dancing, el musical Título original: Dirty Dancing, The Musical
Reparto: Dani Tatay (Johnny Castle) Sara Ávila Román (Baby) Fanny Corral (Penny) Antonio Reyes (Jake Houseman) Lilian Cavale (Lisa Houseman) Juan Antonio Plazas (Neil Kellerman) Marc Flynn (Billy) Edu Llorens (Swing y Capitán de baile) Raquel Caurín (Swing) Irene Bayo (Ensemble y Vivian) Pablo Ceresuela (Ensemble y Robbie)
Duración: 145 min. apróx. Dirección: Federico Bellone Dramaturgia: Eleanor Bergstein Coreógrafa: Gillian Bruce
Producción: Karl Sydow
Diseño de vestuario: Jennifer Irwin
Iluminación: Valerio Tiberí Diseño de audio: Armando Vertullo Supervisor musical: Conrad Helfrich CEO LETSGO y Productor: Iñaki Fernández Producción: LETSGO
Tráiler de 'Dirty Dancing, el musical'
Sinopsis de 'Dirty Dancing, el musical'
Dirty Dancing, el musical vuelve a Madrid con ritmo y temas clásicos como “Hungry Eyes", "Hey! Baby", "Do you Love Me?" y, por supuesto, "(I’ve Had) The Time of My Life".
En el verano de 1963, la vida de la joven Frances “Baby” Houseman está a punto de cambiar. Estando de vacaciones con sus padres y su hermana mayor en el lujoso hotel, situado en las Catskill Mountains de Nueva York, descubre accidentalmente una desenfrenada fiesta llena de música y baile en el área de empleados. Fascinada por los provocativos pasos de baile y los hipnóticos ritmos musicales, no podrá evitar lanzarse a este mundo, sobre todo tras conocer a Johnny Castle, el instructor de baile del hotel. Baby se convertirá en su compañera de baile, tanto en el escenario como fuera de él: dos jóvenes espíritus que se unirán en el que será el mejor verano de sus vidas. (LETSGO).
De alta cuna y de baja cama
Han pasado casi 20 años desde el estreno original de Dirty Dancing, el musical, el cual regresa a los escenarios españoles de mano de la dirección de Federico Bellone. El film original data de 1987, coincidiendo con su 35 aniversario. Al igual que ocurriese en la conocida película, se conoce la historia entre Baby y Johnny Castle que ven unidas sus vidas por casualidad, explorando la lucha de clases y el privilegio de pertenecer a ciertos sectores de la sociedad. En esta versión musicalizada, se mantiene la esencia del relato original, convirtiéndose en una adaptación a la altura. Sin embargo, hay partes de la relación principal en las que no se ahonda lo suficiente y la evolución se presenta algo más oportunista. A pesar de ello, la ternura y el recuerdo logran suplir algunas de las partes menos consolidadas, siendo el cariño al producto original una buena baza.
Hay otros temas que causan interés, en especial, por la época en la que se ambiente el musical. El contexto de Penny explora una vertiente más madura y oscura, lo que permite dar cierto contraste y que no sea una historia excesivamente naif y edulcorada. Gracias a ello, el público volverá a revivir algunos de los momentos más míticos de la cinta, sin perder el efecto de estar produciéndose en vivo. A diferencia de otros musicales, en este montaje, los actores principales no protagonizan la mayor parte de números musicales, un acierto, dado que así no son necesarias algunas modificaciones que podrían haber lastrado el resultado final. Por ende, en conjunto, se apuesta por una versión fiel, que conecta absolutamente con el universo de la película dirigida por Emile Ardolino.
Un Johnny Castle a la altura
Dani Tatay se convierte en Johnny Castle en Dirty Dancing, el musical, avalándole su experiencia en este tipo de producciones con otros títulos como “El guardaespaldas, el musical”. En esta ocasión, Tatay triunfa absolutamente como Castle, con una fuerza y vigorosidad exquisitas. No solo su excelente expresión física, con un uso del cuerpo impoluto, sino también en su gestualidad y la manera de colocar la voz en sus distintas intervenciones. Gracias a ello, produce una energía atrayente y cautivadora, que causa un efecto magnético entre el público. Sin duda, puede convertirse en uno de sus mejores trabajos de los últimos años. Después, Sara Ávila Román cumple con su Baby, aunque podría esperarse algo más. En consecuencia, se obtiene una interpretación algo descafeinada que, paradójicamente, sorprende por su naturalidad, pero le falta mayor contundencia en su labor sobre las tablas.
Fanny Corral brilla de una forma extraordinaria, entregándose absolutamente a la escena. No solo su excelente control de la danza y del lenguaje corporal destacan, sino que en su trabajo dramático hay un componente cercano y cotidiano, que se adereza con una crudeza necesaria con las condiciones que trae su Penny. Junto con Tatay, son dos de los intérpretes principales que más destacan. Después, Antonio Reyes y Lilian Cavale aprueban en sus actuaciones, manteniéndose en sintonía con el resto de sus compañeros. En conclusión, a nivel dramático, el grupo actoral ofrece una grata experiencia, aunque al intentar mantener a tantos personajes en escena, no se les aprovecha todo lo que se pudiera. Como detalle, hay que señalar que son mejores sus actitudes dentro del baile que en su labor puramente interpretativa.
Bailar o cantar
La puesta en escena de Dirty Dancing, el musical, propone una intención de acercar la magia cinematográfica a la realidad teatral. Sin embargo, ambos lenguajes no siempre pueden saldarse con una conversión satisfactoria, sobre todo a nivel de dirección artística. Un ejemplo de ello es el uso de algunas proyecciones, como la escena del lago, donde no llegan al efecto buscado y dificulta que se vea nítidamente la acción. Por ende, hay algunas decisiones audiovisuales, sobre todo aquellas que tienen la proyección en cuenta, que no terminan de encajar estéticamente ni obtienen un acabado más espectacular. Lo mismo sucede con los números musicales, se ve un desempeño coreográfico de un nivel elevado, pero falla en la ejecución sonora. En consecuencia, la música y la manera en la que acompañan la escena debería tener mayor presencia al tratarse de un musical.
El ritmo del montaje es notable, no se ralentiza y logra un dinamismo que mantiene la atención de los espectadores. Únicamente, se echan en falta más momentos que lleguen a una mayor intensidad, para sorprender a los asistentes y que se perpetre la magia del género musical. Después, la creación de la escenografía es uno de los aspectos más importantes, la transformación de los distintos espacios que se crean son una maravilla, dando mayor vitalidad a la obra. También sucede lo mismo con el diseño de iluminación, así como el despliegue técnico en el que no se presentó ninguna incidencia. Por último, mencionar el vestuario, maquillaje y peluquería, dado que su desempeño consigue transportar a los espectadores a la estética y al tiempo que desean traer escena. Además, las escenas de baile se visten de fantasía con algunos trajes muy atractivos.
Conclusión
Dirty Dancing, el musical es una adaptación que transporta al espectador al clásico de 1987, con una versión coherente y en sintonía con lo que se espera de ella. A pesar de algunos aspectos que podrían madurar más, ofrece una historia entretenida, que gana más en el contexto de algunos personajes secundarios que en la relación principal. Aun así, sigue emergiendo una ternura que ya triunfó en su momento. Después, el reparto logra una interpretación más que suficiente, destacando un Dani Tatay brillante, uno de sus mejores trabajos. Por otro lado, la puesta en escena gana en algunos números de baile, así como en el diseño de vestuario, maquillaje y peluquería, junto a la iluminación. No obstante, necesita más espectacularidad y puntos álgidos artística y técnicamente. Revive el recuerdo que emerge de la historia de amor entre Johnny Castle y Baby con un montaje plausible y agradable.
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