El silencio de los corderos (The Silence of the Lambs, 1991) es el primer gran éxito (y uno de los pocos) del director Jonathan Demme. La protagonizan una joven Jodie Foster (True Detective: Noche polar, Plan oculto, Un dios salvaje) y un espectacular Anthony Hopkins (El hombre elefante, Drácula de Bram Stoker, Lo que queda de día o El padre). La película es una adaptación de la novela homónima de Thomas Harris. Se llevó los cinco Oscars principales: Mejor Película, Mejor Director, Mejor Actor, Mejor Actriz y Mejor Guion Adaptado (en este caso). Puedes leer aquí otra crítica realizada por Cinemagavia de esta película.



El silencio de los corderos película

Crítica de 'El silencio de los corderos'

Ficha Técnica

Título: El Silencio de los Corderos
Título original: The Silence of the Lambs

Reparto:
Anthony Hopkins (Doctor Hannibal Lecter)
Jodie Foster (Clarice Starling)
Scott Glenn (Jack Crawford)
Ted Levine (Jame Gumb)
Anthony Heald (Fredrick Chilton)
Brooke Smith (Catherine Martin)
Kasi Lemmons (Ardelia Mapp)

Año: 1991
Duración: 115 minutos
País: Estados Unidos
Director: Jonathan Demme
Guion: Ted Tally (Novela Thomas Harris)
Fotografía: Tak Fujimoto
Música: Howard Shore
Género: Thriller psicológico
Distribuidor: Twentieth Century Studios España

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Sinopsis

El FBI busca a "Buffalo Bill", un asesino en serie que mata a sus víctimas, todas adolescentes, después de prepararlas minuciosamente y arrancarles la piel. Para poder atraparlo recurren a Clarice Starling, una brillante licenciada universitaria, experta en conductas psicópatas, que aspira a formar parte del FBI. Siguiendo las instrucciones de su jefe, Jack Crawford, Clarice visita la cárcel de alta seguridad donde el gobierno mantiene encerrado al Dr. Hannibal Lecter, antiguo psicoanalista y asesino, dotado de una inteligencia superior a la normal. Su misión será intentar sacarle información sobre los patrones de conducta del asesino que están buscando.

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Un oasis en el desierto

Jonathan Demme pertenece a una de esas clases de realizadores con un perfil particular pero que, a lo largo de la historia del cine, se ha repetido en más de una ocasión: la del director con una o dos obras maestras en su carrera (y nada más). A este selecto grupo pertenecen otros genios fugaces como lo fueron George Roy Hill, con Dos hombres y un destino (1969) y El golpe (1973) o Frank Darabont, con Cadena Perpetua (1994) y La milla verde (1999).

Resulta paradójico pensar que el director de una obra tan completa como El silencio de los corderos no llegase a cimentar su carrera a base de éxitos como si lo hicieron otros (más o menos contemporáneos) como Martin Scorsese, Steven Spielberg, Stanley Kubrick o Francis Ford Coppola. El talento de los personajes mencionados ya nos habla de que no solo hace falta una buena película para forjar una sólida carrera, sino que es necesario ser constante y “estar en la cresta de la ola” durante muchos años y tras muchas películas realizadas.

Pero es que, aun encima, la siguiente película de Jonathan Demme fue Philadelphia (1993), que ganó el Oscar a Mejor Canción Original y con la que Tom Hanks recibió su primer Oscar a Mejor Actor de entre las cinco nominaciones atribuidas. A estas alturas, cualquiera podría pensar que Jonathan Demme estaba llamado a convertirse en uno de los grandes directores de su generación. Pero nada más lejos de la realidad.

Sin protagonizar caídas en picado, escándalos o episodios personales dramáticos como los que a veces azotan a los directores o estrellas de Hollywood, la carrera de Demme viró hacia producciones relacionadas con el cine documental (The Complex Sessions (1994) o The Agronomist (2003) o Jimmy Carter from Plains (2007)) y la música (Streets of Philadelphia de Bruce Springsteen (1994) o Neil Young: Heart of Gold (2006)).

Hizo un ligero amago de recuperar el vuelo con películas como Beloved (1998), La verdad sobre Charlie (2002), El mensajero del miedo (2004) o La boda de Rachel (2008), por la que incluso Anne Hathaway recibió una nominación a los Oscars como Mejor Actriz. Sin embargo, ya no quedaba nada o casi nada de aquel genio que nos maravilló a principios de los 90 con una de las mejores películas (sino la mejor) del género policiaco de la historia.

El silencio de los corderos película

Un éxito al alcance de pocos

Lo que logró El silencio de los corderos en la gala de los Oscars de 1992 fue una gesta que se ha repetido en muy pocas ocasiones a lo largo de la historia del cine: ganar lo que se conoce como los cinco Oscars principales (película, director, actor y actriz principales y guion original o adaptado). La dificultad reside en crear una obra tan completa que arrase, en su año, en las categorías más relevantes de una película. Y es que esta gesta solo la han logrado realizar tres películas: Sucedió una noche (1934) de Frank Capra, Alguien voló sobre el nido del cuco (1975) de Milos Forman y la mencionada El silencio de los corderos.

Está claro que además de calidad cinematográfica y buen marketing de cara a los premios (y de que no te tengan manía como a Scorsese), es necesario una pizca de suerte que decante la balanza a tu favor y que la competencia no sea tan feroz como otros años en los que los premios se reparten como una tarta de cumpleaños.

Para entender la dimensión de lo que esto significa, tomemos como ejemplo películas multipremiadas y aclamadas como El Padrino, Parte II (1974), Titanic (1997) o El señor de los anillos: El retorno del rey (2003), la primera con 6 Oscars y considerada como una de las mejores películas de la historia del cine, y las otras dos con 11 premios de la academia cada una. Sin embargo, ninguna de ellas logró ganar los cinco Oscars principales, al tiempo que ganaban otros Oscars técnicos que engordaban sus números en la gala.

Jodie Foster

Quid pro quo, Clarice

Probablemente no haya frase que resuma mejor la relación tanto de Clarice y Lecter como de Anthony Hopkins y Jodie Foster. El silencio de los corderos es continuo quid pro quo entre los dos personajes, a nivel argumental y a nivel interpretativo.

Jodie Foster encarna a la maravilla a una joven estudiante de la academia del FBI a la que se le da la oportunidad de analizar a uno de los asesinos en serie y psicópatas más perturbadores del planeta, Hannibal Lecter. Todo ello en el marco de una investigación policial para atrapar a otro asesino en serie que se hace llamar Buffalo Bill. Ella es el hilo conductor narrativo durante la mayor parte de metraje, encarnando a un personaje seguro, decidido y analítico que, a la vez, por inexperiencia, por las circunstancias y por lo escabroso del asunto, se ve abrumada y superada por la situación.

Pero si tenemos que quedarnos con un personaje de la película, la gran mayoría elegiría el interpretado por Anthony Hopkins, Hannibal Lecter (sin desprestigiar el grandísimo trabajo de Jodie Foster). Y es que aquí hay dos cuestiones importantes que destacar: el enorme trabajo de guion para caracterizar a Lecter y la legendaria interpretación del actor británico.

El silencio de los corderos logra algo inaudito hasta el momento, esto es, que un ser completamente despreciable como es un asesino en serie y un psicópata, nos resulte “atractivo” desde un punto de vista intelectual. Las mejores escenas de la película son, sin duda, aquellas en las que aparece Lecter, normalmente junto a Clarice, en las que vemos como la psicoanaliza, la manipula y juega con ella como si fuese un juguete a su merced.

Aunque todo esto no sería lo mismo si el actor no fuese Anthony Hopkins. Probablemente la mejor actuación de su carrera y una de las mejores actuaciones de un villano de la historia del cine. Ya la mera de presencia de Hopkins como Lecter intimida desde el primer momento que aparece en pantalla. Su expresión facial, su postura y su forma de hablar lo convierten en un personaje aterrador al que no te quieres acercar pero del que, al mismo tiempo, quieres saber más y más sobre él, porque te fascina y te absorbe cada minuto que está en pantalla.

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Jonathan Demme al mando

Si bien antes destacábamos “lo que pudo ser y no fue” en cuanto a su carrera como director, lo cierto es que Jonathan Demme se sale en El silencio de los corderos . Su trabajo con la cámara en los encuentros entre Lecter y Clarice es otro de los toques maestros de tan aclamadas escenas. Siendo Lecter el que está entre rejas y Clarice quien está en libertad (quien, en teoría, tiene “el poder”), Jonathan Demme hace parecer que fuese al contrario, encierra a Clarice en una atmósfera opresiva en la que Hannibal Lecter tiene todo el control de la situación.

Más allá de estas increíbles secuencias, Demme logra aportar a la película un ritmo constante y adecuado y una tensión agobiante y asfixiante en el clímax de la película. Además, hay un detalle de montaje brillante que, probablemente, sea uno de los recursos de suspense más utilizados de las series policiacas modernas.

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La reinvención de un género

El género policiaco y de suspense no se inventó con El silencio de los corderos, ya en el Hollywood clásico había grandes películas de esta categoría como El infierno del odio (1963), Sed de mal (1958), El sueño eterno (1946) o El halcón maltés (1941). Tampoco introduce por primera vez a los asesinos en serie, ya lo habían hecho otras antes, y de forma magistral, como Psicosis (1960), M, el vampiro de Düsseldorf (1931), El gabinete del doctor Caligari (1920) o Ensayo de un crimen (1955).

Sin embargo, lo que sí logra El silencio de los corderos es reinventar el género hasta el punto de crear una nueva tendencia tanto de presente como de futuro y que perdura hasta hoy. Tal fue su impacto en el cine de los 90 y los 2000 que provocó que otras películas y series aclamadísimas de la época se inspiraran claramente en la estructura argumental y la caracterización de sus personajes. Hablamos de obras maestras como Seven (1995) de David Fincher, Memories of Murder (2003) de Bong Joon-ho o la primera temporada de True Detective. Todo ello por no mencionar prácticamente todas las series policiacas del estilo de CSI o Mentes criminales, que beben prácticamente en cada episodio de los recursos y las estructuras que puso de moda El silencio de los corderos en su momento.

Es, sin duda alguna, la pionera y la base para toda producción policiaca de los 90 en adelante, incluso hasta el punto de que, cuando la ves por primera vez, si no eres consciente de que realmente esta película fue la primera en hacerlo, muchos de los recursos que utiliza te parecerán tan familiares y comunes que, en ocasiones, ni te sorprenderán. Pero ahí está la clave, quien lo hizo por primera vez fue Jonathan Demme y compañía, creando con ello una estela inacabable que perdura hasta nuestros días.

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Conclusión de 'El silencio de los corderos'

El silencio de los corderos es una obra maestra absoluta del cine moderno y una película de culto, y lo es (y se puede justificar) por distintas razones. Porque es una de las tres películas en ganar los cinco Oscars principales, porque tiene una de las actuaciones y de los villanos más temibles y legendarios de la historia del cine y porque reinventó el género policiaco al completo y su influencia aún perdura en cada producción de esta categoría. Por todo esto y porque es una película brillante, probablemente una de las mejores desde los 90 hasta hoy.

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