Mamen Díaz debuta como directora y guionista en Violeta no coge el ascensor, inspirada en el film "Hannah Takes the Stairs", de Joe Swanberg. La realizadora tiene una amplia experiencia en el departamento editorial, con títulos como "El embarcadero" o "Buscando el norte". También ha trabajado en películas como "La reina de España" o "Vivir es fácil con los ojos cerrados". Estuvo presente en la Sección Panorama de Directoras Españolas en el Festival de Cine por Mujeres 2020. Además, llega a Filmin el próximo 20 de noviembre de 2020.
Violeta no coge el ascensornos presenta a Violeta, que tiene poco más de veinte años y está condenada a pasar el verano en Madrid haciendo unas prácticas en una editorial. Durante estas semanas, hará nuevos amigos, tomará decisiones, algunas buenas, otras malas. Y sobre todo, aprenderá que fracasar es más un arte que un drama. La película es una cover cinéfila absolutamente lowcost de "Hannah takes the stairs" pero con los autobuses de Madrid, sus cuarenta grados a la sombra y sus interiores repletos de gotelé. (FILMIN).
Inspirada en la película “Hannah Takes the Stairs”, Mamen Díaz y Violeta Rodríguez plantean una versión cañí, bajo el nombre de Violeta no coge al ascensor. No se va a tomar en cuenta su base fílmica, la cual ya tenía varias flaquezas en sí. En esta ocasión, el guion de este film se va diluyendo según va pasando la película, dejando momentos en los que realmente deja la sensación de haberse descuidado en exceso la historia. A diferencia de otras producciones de índole parecida como “La virgen de agosto”, Díaz y Rodríguez caen en el cliché, seguido de otro, donde no hay ninguna base sólida. Además, abrazan síntomas de aquello de “puede quedar gracioso” en partes que dejan mucho que desear. Incluso, rompen la cuarta pared, pero de una forma tan insatisfactoria como innecesaria.
Su intención es clara, la de expresar y hablar sobre los cambios vitales en su protagonista. Asimismo, no solo utilizan su propio camino evolutivo, sino también el de los otros personajes que van apareciendo. A pesar de las pocas reminiscencias de claridad y matices, pronto se olvidan y siguen por la línea narrativa vacía de contenido. Hay escenas en las que parece que van a propagar una reflexión que no se vea oportunista, pero no acaba por suceder. Lógicamente, se puede ver que el equipo se lo ha debido pasar estupendamente bien escribiéndolo. Pero, igual que los chistes entre amigos íntimos, son incomprensibles para el gran público y dejan un resultado flojo. En consecuencia, no termina de cumplir la función principal que se ha propuesto, sobre todo porque, al igual que el film, no se ubica.
La pachanga de amigos
El elenco actoral de Violeta no coge el ascensor está a la altura de la propia película, por lo que no chirría una labor más cercana a una profesionalidad incipiente y más de andar por casa. En primer lugar, Violeta Rodríguez, la cual también escribe la cinta, se mete en la piel de su tocaya. Se mantiene en un plano muy superficial, con una expresividad en la que falta mayor fuerza. Asimismo, no construye desde la emoción, o la razón, por lo que no se sabe en qué estado sensitivo está gracias al diálogo. Por tanto, deja una interpretación impasible, con una linealidad carente de personalidad, con un resultado en el que se echa en falta mayor salero y motivación. Aun así, hay alguna línea de diálogo, que no escena, donde se ve que, con un trabajo apropiado y una dirección óptima, tal vez, podría obtener mejoría.
Sara Diego es, seguramente, de las mejores interpretaciones de la película. Aunque su trabajo dramático no es una vorágine existencial, ni mucho menos, por lo menos aporta frescura. En las secuencias en las que aparece, tiene una intención más natural. El problema es la interacción con sus compañeros, que no le dejan ir a más y se queda en un nivel inferior de lo que se sospecha podría superar. Otra de las excepciones es Pablo Gómez-Pando, que tiene unos puntos muy bien conseguidos y una familiaridad agradable. Sin embargo, las actuaciones de Diego y Gómez-Pando se equilibran con las de Asier Gil y Pilar Torres. Ambas no se pueden tomar en serio. Por último, Aixa Villagrán y Julián Villagrán realizan sendas participaciones anecdóticas, en las que tampoco tienen mayor dificultad, por lo que cumplen con lo que se les pide.
El amateurismo y sus peligros
Hay una tendencia a pensar que el bajo presupuesto puede ser motivo de no cuidar los detalles. Sin embargo, al contrario, varios realizadores han demostrado que no tener viabilidad económica es una oportunidad para afrontarlo de otra manera. Por ejemplo, por hablar de algunos títulos, “A Stormy Night”, o “Compulsión” se resarcieron con un planteamiento técnico distinto y sin caer en el amateurismo. Pero, Violeta no coge al ascensor no va por esa estrategia, incluso va más allá. No solo da la sensación de aficionado, sino hace gala de ello. Aunque hay espectadores que vean esas partes de making off como un punto simpático, expone una falta de seriedad y profesionalidad demasiado evidente. En especial, porque no aporta absolutamente nada a la historia, ni tampoco a la identidad de la película. Por lo que, sentencia la realización técnica.
La autorreferencia constante, seguramente, sea todo un acierto para el equipo de la película. No obstante, como se ha expresado anteriormente, no se puede dejar el foco en un punto tan egocéntrico. Hay que tener en cuenta que una parte grande de los espectadores no es consciente, ni tiene por qué entender esas alusiones entre amigos. Después, el montaje de sonido es irregular, hay varias partes en las que la cancelación de eco les falla, la colocación espacial se pierde y los volúmenes no están medidos. Pese a ello, el sonido es de las partes más trabajadas del film, por lo que hay valorarlo. Por último, expresar que hay que tener cuidado entre rozar la línea entre lo desastrosamente genuino, que da personalidad y el autosabotaje de una cercanía llevada a lo extremo y cayendo en una cutrez nada atractiva, que es lo que sucede.
Conclusión
Violeta no coge al ascensor se rige por un planteamiento aficionado que no le beneficia nada. Desde el guion hasta la realización técnica, presenta flaquezas que parecen llevarlas por bandera. En consecuencia, el resultado es flojo, vacía de contenido y en una nube de superficialidad, que cae en una cutrez, ya sea intencionadamente, o no. A nivel interpretativo no es mucho mejor, aunque se salvan Sara Diego y Pablo Gómez-Pando, los cuales tienen frescura y más naturalidad que sus compañeros. Una cinta completamente olvidable que se equivoca en la ejecución y no se toma en serio ni a sí misma.