El cine de masas, que se ha puesto las pilas a la hora de representar a otros colectivos oprimidos, se ha dejado una esquinita sin barrer: la discapacidad. En este artículo, voy a repasar los principales vicios y deslices que la industria audiovisual ha tenido, y sigue teniendo, cuando se pone a hablar de las personas con esta condición.
Dos disclaimers rapiditos. El primero: voy a hablar de cine mainstream porque, aunque claramente hay buenos ejemplos en pelis más pequeñas, son producciones independientes, de nicho, y que no suponen un gran impacto cultural. El segundo: que critique comportamientos de productores, directores, actores, y compañía, no quiere decir que haya mala intención. Me parece estupendo que quieran acercarse a la discapacidad, pero eso no quita que, ya sea por falta de conocimiento, o por prejuicios sociales, la puedas cagar. No pasa nada, pueden seguir sintiéndose buenas personas.
Resumen
La discapacidad en el cine mainstream
1931. Charles Chaplin estrena ‘Luces de la ciudad’. En ella, Virginia Cherrill interpreta a una florista ciega, sin ser ella nada de eso. Desde que la conoce, el personaje de Charlot pasa a convertirse en su ‘salvador', empeñandose en curarla, hasta que lo consigue y, faltaría más, es reconocido por ello. La crítica la adora, y la taquilla, también. Es un punto de inflexión para su carrera. 1932.
Tod Browning viene de petarlo con ‘Drácula’, y convence a la Metro de adaptar un relato corto de los años 20, protagonizado por un enano de circo. Browning, que había trabajado en estos espectáculos, reúne a un cast formado por estos ‘freaks’, interpretándose a sí mismos. El resultado es ‘La parada de los monstruos'. La Metro tuvo que recortar la película porque, en los pases de prueba, la gente se iba horrorizada. Fue un fracaso en taquilla y la carrera de Browning se terminó.
2024. Algo hemos cambiado. Ahora, nadie saldría corriendo de ‘La parada de los monstruos’. Es más, seguramente, su equivalente sería un éxito festivalero a lo A24. Lo que sí se mantiene es que, si hubiese una nueva ‘Luces de la ciudad’, el público la adoraría, y, seguramente, daría que hablar en la temporada de premios (incluyendo, por supuesto, a la actriz que le cogiese el testigo a Virginia Cherrill). Si tenéis dudas, ‘Campeones’ fue la peli española más taquillera de 2018, la quinta en total, recaudando sólo 1 millón menos que ‘Infinity War’, y su secuela, en 2023, fue la octava, superando a ‘Indiana Jones’ y ‘Napoleón’, por ejemplo.
Incluso este año, dos pelis tan dispares como ‘Buffalo Kids’ y ‘Cuerpo escombro’, han llevado a bastante gente al cine. Si ya nos vamos a pelis extranjeras, la muestra explota: ‘Forrest Gump’, ‘Intocable’, ‘Yo soy Sam’, ‘Rain Man’, ‘CODA’... ¿Perfecto, no?. A la gente le molan nuestras historias. Todos contentos. Pues la verdad es que no.
‘El Fantástico Señor Yang’
Para empezar el análisis voy a imaginar una peli: ‘El fantástico señor Yang’. En ella, Luis Tosar hace de un señor en paro muy enfadado con el mundo, y que, además, es muy racista. Un día, a este buen señor, le llega una oferta de trabajo para hacer justo lo que mejor se le da: amasar pan. Cuando nuestro amigo Luis Tosar llega al primer día de trabajo, se encuentra con que su jefe será, oh sorpresa, un hombre chino: el Señor Yang, que está interpretado por Eduard Fernández… Raro, ¿no?. Ofensivo, incluso. Nadie hoy tendría esta idea, ya no se lleva que Marlon Brando haga de japonés, o John Wayne de mongol.
Pero vamos a cambiar un poco la peli. Ya no es ‘El fantástico señor Yang’, ahora se llama ‘Amasando sueños’. Lo demás es igual: Tosar es un parado, y también una persona horrible; le llega la oferta, la acepta, y cuando llega el primer día, lo que se encuentra ahora es que su jefe es un ciego. Por supuesto, también está interpretado por Eduard Fernández, en su imparable camino al Goya a Mejor Actor de Reparto. Esto ya no suena raro, ¿verdad?. De hecho, suena normal, es algo a lo que estamos acostumbrados.
En este artículo le voy a dar muchísimos palos a ‘Campeones’, todos ellos merecidos, pero seguramente, este sea del que menos culpa tiene. Que, en 2024, sigamos celebrando que Javier Fesser contase con personas con discapacidad reales para su peli, ¿qué nos dice del punto en el que estamos? Nada bueno. Estamos acostumbrados a ver, año tras año, a actores y actrices jugando a ser ciegos, sordos, cojos, o lo que toque. Es más, estamos acostumbrados a que estos papeles supongan, casi por defecto, nominaciones y premios a montones. De esto hay mil ejemplos, pero no voy a citarlos porque creo que todos tenemos varios en la cabeza.
“Es que igual es que no hay suficientes actores con discapacidad”, podría decir alguien. Vale, de acuerdo, vámonos al INE: en 2022, en España, había 223.999 personas de nacionalidad China. En cambio, sólo contando en edad de trabajar, había 1.941.900 personas con discapacidad. Con estos datos, lo más fácil para el director o directora de ‘El fantástico señor Yang’ sería enseñar a Eduard a achinar los ojos. Por suerte, esto no pasa, y, ante esa casuística, se convocarían castings específicos, dirigidos, buscando a la persona ideal. Sin embargo, cuando lo que tienes es un personaje en silla de ruedas, no hay tantos miramientos, y el bueno de Eduard (o de Javier Bárdem, o de Daniel Day-Lewis, o de Eddie Redmayne) ya puede irse preparando para estar sentado muchas horas al día.
Pero, si el panorama en la representación delante de las cámaras es complicado, el de detrás, directamente, es para echarse a llorar. Repasando, una por una, todas las películas que tienen como tema central la discapacidad, y que han ganado algún Goya o algún Oscar, ninguna, repito, ninguna, está dirigida, escrita, ni siquiera coescrita por una persona con esta condición. No digo, obviamente, que esto tenga que ser una cuota, no va de que alguien deje tetrapléjico a Alejandro Amenábar.
Sé perfectamente que cualquiera puede acercarse a otras realidades, y que lo contrario es matar la creatividad, pero, que el 90 o 95% de nuestras historias las cuenten otros, también es un problema. También sé, como guionista, que, como parte del proceso, habrá acercamientos a estas personas y a sus entornos, pero me temo que son eso, acercamientos, chequeos puntuales de que no estás meando muy fuera del tiesto para seguir haciendo lo tuyo.
La (ligera) capa de visibilidad
Chupito por cada crítica, reportaje o discurso de los Goya sobre la discapacidad en el que se diga VISIBILIDAD. Se nos llena la boca con esta palabra. Después de la chapa de antes, enfadadisimo por la representación, no voy a decir ahora que esté en contra de visibilizar. Lo que sí creo, es que visibilizar es, en el mejor de los casos, el mínimo exigible, y que muchas veces, esa “visibilización” se queda en eso, en “enseñar” a personas con discapacidad con las que luego no vas a hacer mucho.
No son pocos los ejemplos de películas en las que, sus personajes con discapacidad, se reducen y limitan a ser eso. No tienen conflictos, dobleces, muchas veces, ni siquiera tienen un arco de transformación. A eso no se le puede llamar personajes, serán, en todo caso, iconos, tokens, que hacen que el espectador se sienta mejor persona sin salir de su zona de confort. Querer colgarse la medalla de la representación, solamente por visibilizar, me recuerda bastante a este meme:
Pero ey, que nadie se asuste, esto no siempre es así. Hay una inmensa mayoría de casos donde los personajes con discapacidad sí que tienen una misión importantísima: hacer mejores personas a todo el mundo que se crucen. Volviendo, otra vez, a ‘Campeones’ y secuela, en las dos tenemos un montón de miembros del equipo de los que, directamente, no sabemos nada. No hablo de saber si son géminis, a quién votan o su aleatorio de Spotify, pero es que cosas tan básicas como dónde y con quién viven, qué relaciones tienen fuera del equipo, o qué piensan siquiera de sus otros compañeros, en muchos casos, no se mencionan.
Lo que, desde luego, sí que vamos a saber, es que el personaje de Javier Gutiérrez es un tipo desagradable, capacitista, que trabaja como segundo entrenador, que bebe mucho, que tiene problemas con su madre, que tiene problemas con su novia y que, en general, tiene problemas con todo el mundo. ¿Y cuál va a ser su solución? Pues pasar unos meses, obligado por un juez, con nuestro mágico equipo de chicos con discapacidad intelectual. En cuestión de días, nuestro amigo Javier ya se ha convertido en una bellísima persona, que entiende el valor de la amistad y que está más concienciado que nadie contra el capacitismo. Este curso intensivo de “ser bueno” también lo hizo Tom Cruise en ‘Rain Man’, Omar Sy en ‘Intocable’, y los 300 millones de habitantes de Estados Unidos en ‘Forrest Gump’.
Spike Lee popularizó la figura del ‘Magical Negro’ para hablar de personajes afroamericanos, sin desarrollo, que actuaban como "guías" o "salvadores" del protagonista blanco. Aquí tenemos lo mismo: el efecto halo nos hace ver a las personas con discapacidad como seres puros y moralmente perfectos, hasta el punto de que irradian, “contagian” esa moralidad a su alrededor. Cualquiera que haya pasado más de dos segundos con alguien así, sabe que esto no es cierto, y que, de hecho, es bastante buena señal que no lo sea. Cagarla, tener días de mierda, ser desagradable cuando estás de bajón, o tener pensamientos inapropiados, es, en parte, los que nos hace humanos, y hacer como que nada de esto existe es, en definitiva, quitarnos esa humanidad.
Feel Good Inc.
Pero, ¿de dónde viene todo esto? Para buscar, habrá que ir a la “industria de los sueños”, es decir, nuestros amigos los Estados Unidos de América. Es allí, en una sociedad tan turbocapitalista, donde historias sobre gente que vence las adversidades, con nada más que su esfuerzo individual y su sacrificio, es prácticamente pornografía. El país de las oportunidades nos ha convencido de que cualquiera, sólo con su actitud y su esfuerzo, puede triunfar, y que “todo es posible”.
Me parece que los mensajes positivos y de aceptación están bien. Todos necesitamos esa palmaldita en la espalda. Lo que veo un poco regular son los mensajes que responsabilizan al individuo de sus circunstancias. Si le dices a alguien que no está consiguiendo algo porque “no se esfuerza suficiente”, o porque “tiene una mala actitud”, aunque de primeras pueda ser algo motivador, le estás cargando una presión insoportable, y, a la larga, esto sólo va a traer frustración y culpa.
Las historias de personas con discapacidad son el vehículo perfecto para este pensamiento: gente con condiciones de vida complicadas, pero que “no pierden la sonrisa” y acaban “superándose”. Todos ganan. El sistema te convence de que mejorar tu vida depende sólo de ti y tú, por agravio comparativo, ves que hay gente que está peor, y que a lo mejor no tienes tantos motivos para quejarte. Para muestra, sólo hace falta ver la enorme cantidad de personas con discapacidad que se pasan al mundo del coaching y la charla motivacional, que tienen detrás, en su gran mayoría, a macroempresas y corporaciones.
Esta “pornografía emocional” plantea una paradoja, una pescadilla que se muerde la cola: ¿a la gente le gustan estas historias o la industria les ha martilleado con ellas hasta que les han acabado gustando?. Voy a sonar tibio, pero la respuesta es que ambas. No creo que la gente se fuese a matar por ver películas 100% realistas sobre la discapacidad, con lo bueno y lo malo, pero los productores de los grandes estudios tampoco parecen tener este tipo de historias en su lista de prioridades, y siguen apostando por lo confortable, lo fácil de digerir, cosa que no hacen, desde hace unos años, con las realidades de otros colectivos.
Señor mayor le grita a una nube
Si alguien ha llegado hasta aquí, estará pensando “señor, deje de gritarme”. Como el abuelo Simpson, todo esto han sido gritos a una nube, un “todo mal” sin soluciones ni buenos ejemplos. Ejemplos, claro, los hay, pienso en ‘Sound of Metal’, en ‘La consagración de la primavera’, incluso, y espero que se me entienda, pienso en ‘El hombre elefante’ o ‘Eternals’. Pero seamos sinceros, si saliéramos a la calle, a preguntar por una peli sobre la discapacidad, ninguno de ellos sería el primero que te dirían.
La gente tiene en la cabeza ‘Campeones’ (última mención, lo juro), ‘Intocable’, ‘Forrest Gump’ o ‘Antes de tí’. ¿Significa que hay que quemar las copias de estas pelis y fusilar a Fesser y Zemeckis en el CERMI? No. Pueden estar tranquilos. Si yo tuviera la solución, estaría ya de productora en productora con ella, pero, lamentablemente, creo que no existe. No hay un manual de estilo que que seguir a rajatabla. Como ya he dicho, que películas hechas por y sobre personas con discapacidad, a modo de retratos realistas, llenen las salas, no parece fácil. Lo que sí tenemos, y a patadas, son ejemplos de que se puede hablar de realidades sociales de forma que atraiga, e interese, a una audiencia importante.
‘Déjame salir’ es una película sobre la cuestión afroamericana en EEUU; ‘Distrito 9’ , sobre el apartheid; ‘Parásitos’ habla sobre la desigualdad de clase; y, en el cine infantil, ‘Zootrópolis’ o ‘Elemental’ dicen algo sobre los prejuicios raciales. Todas ellas son descaradamente mainstream pero, aún primando el entretenimiento y el hacer taquilla, dan nociones (más o menos básicas) sobre temas sociales. Que no se nos olvide que la película más taquillera del año pasado, ‘Barbie’, tenía vocación de acercar lo más básico y digerible del feminismo al público mayoritario (y vender muñecas, pero en eso no entro).
Conclusión
Así que no, no hay que matar a Fesser, ni prohibirle hacer cine sobre personas con discapacidad. Lo que hay que hacer, y no solo en el cine, es empezar a vernos como personas, a escucharnos y perder el miedo a lo incómodo. El cine comercial, como causa y reflejo que es de la gente, tiene que aspirar a la normalización, delante y detrás de las cámaras, como ya ha hecho con las luchas de otros colectivos. Igual, si dejamos de aplaudir lo mínimo exigible y pedimos cada vez más, dejaré de gritarle a la nube.
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